21 de julio de 2014

Adicciones

Algunas de las veces que he comparecido en algún medio de comunicación representando a la Asociación de Internautas ha sido para debatir sobre si Internet engancha o no, sobre si existe adicción a la red.

Siempre he opinado que no, que tal presunta adicción ha sido constantemente negada en todos los foros y estudios psiquiátricos y que no pasa de ser, en algunos casos, comparable a esa gente que coge el coche incluso para recorrer doscientos metros (que no es mucho más numerosa por lo disuasorio de la escasez de lugares donde estacionar) o a la que se tira al chocolate como loca. Puede tratarse, a lo sumo -y ya es decir- de incontinencias. Ni siquiera me gusta la palabra abuso porque es valorativa: ¿hasta dónde no se abusa de Internet y a partir de dónde se abusa de la red?

Bien, como el uso de la red se ha extendido y normalizado tanto que ya los tradicionales pedantes que se sentían por encima de la cosa esa hacen el ridículo y la pretensión de una drogadicción consistente en estar enganchado a Internet es vista con cierta rechifla, ahora le toca al móvil, concretamente al smartphone (porque del móvil mondo y lirondo también dijeron tonterías adictivas, pero como ahora ya no lo usa apenas nadie...).

Ahora, los pedantes de siempre hablan del abuso del smartphone porque todo el mundo se pasa el día pegado al smartphone. Personalmente, el único abuso de smartphone que considero y denomino tal es el que tiene que ver con la buena educación: interrumpir una conversación porque ha llegado un mensajillo de WhatsApp me parece de una grosería insufrible. Pero ojo, la grosería lo es en sí, no en función del aparato. Si queréis verme agarrar un globo de los buenos, ponedme en una cola (por ejemplo, en un banco o, mucho más infrecuentemente, en una taquilla), situación que, ya de por sí, me pone de muy mal humor, y que el empleado, funcionario o lo que sea, interrumpa cada dos por tres el trabajo de atender al público que aguarda para atender -mediante un aparato de los de siempre, corriente y moliente- a alguien que telefonea. No es nada extraño, ante una situación como esta, que yo interpele al empleado en cuestión para preguntarle -en tono agrio- qué cola han hecho esos señores que llaman para pasarme delante tan frescamente, por qué no habría de ser el que llama por teléfono el que espere a que la cola haya terminado.

Es verdad que el smartphone y su popularización nos han traído escenas chocantes, inauditas hace unos muy pocos años. Ir en el metro y ver que los ocho ocupantes de los dos bancos enfrentados están, como un sólo hombre, enfrascados en vete a saber qué (la compulsividad digital induce a pensar en WhatsApp o en algún juego) no es, en absoluto, una escena rara. Y sería lamentable si esta escena sustituyera a la de ocho ciudadanos charlando animadamente, pero sabemos que no es así. Antes, salvo unos pocos que leían (y siguen haciéndolo, aunque en un aparato digital: el papel ha desaparecido casi por completo) el resto permanecía con una mirada de catatonia orate perdida en cualquier parte. Ahora la gente hace algo en lo que parece interesada; situación probablemente mejorable, pero indudablemente mejor que la anterior. Visto así, yo creo que el que tendría que ir a hacérselo mirar es el percebe de las adicciones.

En realidad, podríamos verle una faceta maravillosa a todo esto: estamos permanentemente comunicados con nuestros seres queridos, con nuestros amigos... con los que están cerca y con los que están lejos. Hace muchos años, mi mujer y yo teníamos la costumbre de llamarnos (o el uno o el otro) una vez cada día, a media mañana, para... bueno para... cosas, esas costumbres rutinarias que adquirimos los cónyuges mientras trabajamos, que si todo va bien, que si hay algo nuevo...; pero, obviamente, una vez cada jornada. Ahora, esa llamada telefónica se acabó. Cada vez que mi mujer necesita decirme algo (o yo a ella) me envia un mensajillo por WhatsApp (aunque últimamente voy consiguiendo que se acostumbre a Telegram) y yo se lo contesto en cuanto el trabajo me permite unos segundos de tiempo. O viceversa, por supuesto. Tengo a mi hija menor en un campamento en el otro extremo de Cataluña, pero hablo con ella varias veces cada día y eso me la acerca, me da la impresión de que no está tan lejos. Y como tenemos un grupo familiar, alguna vez durante el día hablamos todos sobre algún tema de importancia doméstica, cuando es necesario, con independencia de dónde esté cada cual (que, frecuentemente, ni lo sabemos). Tengo un amigo cuya hija ha ido a trabajar a Holanda y otro que tiene a su primogénito en Australia y los dos hablan a diario -y más de una vez- con sus hijos. ¿Saben los atontados de la adicción lo que ayudan estas facilidades a reducir las distancias, la sensación de proximidad al ser querido que nos proporcionan las TIC?

Los tuiteros estamos al pie de nuestro particular cañón (el TL) desde que nos levantamos hasta que nos acostamos; otros ídem con el Facebook. Ya no concebimos ir de spotting, por ejemplo, sin FlightRadar, FlightStats o LiveATC, amigos y residentes en nuestros móviles; incluso hay quien lee libros a través del smartphone (yo prefiero mi tableta, que siempre va conmigo, pero cada cual tiene sus gustos)...

Antes, las personas mayores llevaban siempre en el bolsillo una navaja multiusos (yo la he llevado desde siempre y lo sigo haciendo); hoy, jóvenes, desde luego, pero también mucha gente mayor, llevamos esa otra herramienta polivalente que nos tiene en permanente comunicación con quien nos interesa, de una manera eficiente, rápida y barata, con nuestros seres queridos y con nuestros interlocutores de debates, de aficiones o de intereses comunes o confluyentes, que nos permite ser localizados en cualquier momento por aquellas personas (clientes, amigos, familiares) a las que nos interesa facilitarles la comunicación con nosotros, que nos permite estar informados en tiempo real de todo aquello que nos interesa o que nos puede interesar de cualquier parte del mundo, que tiene también elementos de entretenimiento: juegos, libros, música..., que nos permite saber dónde estamos (ya no nos perdemos por la ciudad y pronto, cuando la cartografía topográfica digital alcance a estos aparatos, en ningún lugar del mundo que esté a la vista de tres o cuatro satélites de la red GPS o GLONASS) y que puede presentarnos, entre otros miles de cosas, hasta un planisferio para saber qué estrella u otro cuerpo celeste es aquel que hay allí y brilla tanto.

¿Adicción? No sea un analfabeto con titulación universitaria y dedíquese a mirar el mundo en el que vive, más allá de su rancio y mohoso escritorio de fraile medieval.

Imagen: Alar Kirikal en Wikimedia Commons
Licencia: Dominio público

17 de julio de 2014

El ocaso de la Casta

Cada vez es más insistente y con más diversas procedencias el rumor de que se van a anticipar las elecciones generales. Incluso algunos medios -como el «El Confidencial»- precisan hoy mismo que Rajoy podría disolver el Parlamento a finales de agosto para celebrar elecciones... en noviembre. De ser cierto, entre otras posibilidades que después desarrollaremos, esto conllevaría la probablemente hábil maniobra de solaparle al invento de Mas nada menos que una campaña electoral a nivel de toda España, aparte de surfear, más que probablemente en su propio provecho, la prevista ola del 11 de septiembre en Cataluña. Sin entrar en otras consideraciones -en las que, insisto, vamos a entrar enseguida- el plan, a mi modo de ver, no carece de cierta elegancia porque, aunque bien pudiera considerarse pan para hoy y hambre para mañana, lo cierto es que descolocaría varios, muchos o quizá incluso todos los planes B que el separatismo pudiera tener preparados en descuento de la prohibición administrativa o judicial de la consulta del 9-N y el invierno caliente que seguramente estarán preparando, habría de quedar, como pronto, en una primavera caliente aprovechando que en primavera será la campaña de las municipales y esa, sensu contrario no sólo no obstruye sino que aún favorece el ambiente del prusés. Cae por su peso que, incluso aunque se celebrara, una consulta efectuada en el ambiente de una campaña electoral de ámbito estatal tendría el valor político y dialéctico de un churro, siendo así que ese valor político y, sobre todo, dialéctico, es precisamente el que buscarían de no tener claro -y ya desde el primer momento- que esa consulta no se va a celebrar.

Pero hay más, muchísimas más cosas.

El medio citado dice que las causas de que Rajoy haya eventualmente decidido un adelanto electoral serían diversas. Destaco un par.

En primer lugar, la voluntad de afrontar el desafío separatista fortalecido por una nueva y más fresca mayoría o bien, en otro caso, desaparecer del mapa y dejarle el marrón a otro. El rumor asociado a este de que Rajoy podría estar deseoso de retirarse coincidiría con un deseo primigenio de no pasar a la Historia como el presidente del Gobierno bajo cuyo mandato la crisis catalana -de llegar a ser este el caso- resquebrajara los cimientos de la unidad nacional.

Y, en segundo lugar, interceptar los efectos Podemos y Sánchez, particularmente el primero, que está alarmando hasta la histeria a toda la Casta, hasta el punto de poner en jaque a la mismísima IU adelantada, arrollada y yo diría que incluso desarbolada por la izquierda.

Pese a que odio a la Casta como el que más, me preocupa, y mucho, Podemos, como me preocupa y mucho Guanyem Barcelona (a pesar incluso del enorme respeto y de la gran -pero no ciega- confianza que me inspira la solvencia personal de Ada Colau). Me preocupa porque tan malo es el encastamiento, la corrupción y la traición que ha practicado la chusma política que sufrimos como el amateurismo con mando en plaza. Quizá por mi deformación profesional funcionarial y a pesar de ser un perfecto mindundi dentro de la enorme maquinaria de la administración pública, tengo muy clara la complejidad de los mecanismos de la gestión pública, complejidad a la que hay que añadir una suma delicadeza cuando la gestión es, concretamente, la presupuestaria. El efecto que produce el acceso del gamberrismo político a estos mecanismos de gestión y a la caja registradora es devastador. Lo vi de lejos con Zapatero y de cerca con la ERC de los dos tripartits. El problema del populismo es que cuando llega la hora de dar trigo, las hectáreas sembradas que hay son las hectáreas sembradas que hay y todo el mundo quiere su ración: la política es, precisamente el arte de establecer prioridades y cuando -como en el caso del populismo- las prioridades vienen tan en tropel que llegan a dejar de serlo porque se destruye toda la escala de la proporcionalidad, es cuando acontece el desastre. Aparte de que el populismo, puesto a establecer prioridades, lo tiene muy claro: los nuestros y los otros, es decir, se convierte en una mezcla de inquisición y de asamblea jacobina que, en definitiva, acaba estableciendo una red clientelar de afectos y una maquinaria sistemática de destrucción del discrepante. La granja de Orwell, en pocas palabras. Una Casta distinta de la actual, pero Casta a fin de cuentas. Salimos de Guatemala para ir a Guatecutre.

El problema, obviamente, es que la Casta, en su tremenda estupidez, ignoró el cabreo ciudadano manifestado el 15-M. No costaba nada adivinar que, al socaire de ese cabreo completamente inaplacado, al contrario, incluso incrementándose con el tiempo (sobre todo con fenómenos como el hambre infantil, la tremenda serie de desahucios asociada al régimen español de mantenimiento de la deuda después del lanzamiento), habrían de salir irremediablemente plataformas, grupos, partidos -llámesele como se quiera- que capitalizaran ese cabreo y lo legitimaran en las urnas. Como es sabido, Podemos dio un sorpasso tremendo en las elecciones europeas pero es que, además, las encuestas lo sitúan muy alto (en tercer lugar, según cálculos no muy audaces) en las preferencias de los electores en este momento. El Guanyem Barcelona de Ada Colau -boicoteado, por cierto, por los medios públicos de la Generalitat- también puede dar un vuelco a la situación en Cataluña. Dan muchísimo miedo a la versión cataláunica de la Casta y muchos ciudadanos la ven alcaldesa de la ciudad. Ya veremos si llegará a tanto -cabe no descartarlo, ojo- pero en todo caso sí que puede esperarse racionalmente un posicionamiento electoral altísimo y, consecuentemente, una descolocación total y absoluta de la correlación de fuerzas municipales a que, con más o menos variaciones, veníamos a estar acostumbrados en los últimos treinta años. No es una perspectiva que me guste, ya lo he dicho antes, porque, recordando a Zapatero, no es aventurado predecir que todas estas plataformas, a medio y largo plazo, constituirán un desastre financiero y quizá también organizativo en todas aquellas administraciones que controlen o en las que tengan fuerza suficiente como para fiscalizar.

Si los partidos pesebreros hubieran atendido las ansias de fondo que llevaron al 15-M en vez de mofarse de sus asambleas (que nunca fueron representativas de nada), si hubiesen rectificado sus formas y sus políticas en un sentido más favorable a los intereses cívicos, si hubiesen emprendido realmente el camino de la transparencia y hubiesen acabado con la corrupción, probablemente ni estarían ahora sufriendo (y con muchísima razón) por su futura posición política y con su propia existencia comprometida incluso, en algún caso, ni esas plataformas nuevas tendrían -ni lejanamente- las expectativas enormes que tienen hoy según todos los estudios e indicios.

Es lo que tienen la soberbia y la ceguera, el creerse atrincherados y seguros en una torre de marfil.

Imagen: Barcex en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

15 de julio de 2014

Esto quisísteis, esto tuvísteis

Lo he dicho muchas veces: parte importante de las cosas que nos contrarían, suceden porque nosotros permitimos que sucedan. Nuestra molicie, nuestro hedonismo, nuestro menfoutisme y, en ocasiones, nuestra extrema cobardía, nuestra absoluta falta de redaños no para afrontar grandes desafíos sino incluso para correr pequeños riesgos, son campo abonado para que el político felón haga con nuestras vidas lo que le dé la gana en función de sus propios intereses y de los intereses de sus protegidos, cómplices, inductores o encubridores.

Hagamos un pequeño repaso.

Ley Sinde

¡Hay que ver la que liamos en las redes sociales! «¡Arde Twitter!», se leía por ahí. Y sí, sí, manos al teclado, la liamos parda. Y exclamamos sapos y culebras ante cualquier medio de comunicación que nos dio cancha. Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese... y no hubo nada.

Esta es nuestra triste y cutre historia.

Pero seguimos acudiendo a las salas de cine. Se van cerrando, sí, pero las más van sobreviviendo. Y cuando bajan precios, acudimos en tropel. En este punto, quisiera aclarar que utilizo la primera persona del plural como licencia literaria: con una sola excepción -de la que, además, me arrepiento- hace veintitantos años que no piso un cine y, además, lo tengo a gala.

Si hubiéramos hecho un boicot total y absoluto a las salas de cine y a la compra de DVD, en una sola semana, dos a lo sumo, nos hubiéramos cargado la ley Sinde. Pero cada cual tiene su excusa: hombre, es que es cultura (?), qué hago si no... o el colmo de la chinchorrería: pensar -y, a veces, sostener- que estas actitudes son propias de pringados. Casualmente, los que más sostienen esta opinión suelen ser los más pringados, pero en fin...

El caso es que no hay capacidad de sacrificio ni para prescindir de dos semanas de cine, que ya ves tú qué privación tan espantosa.

Pues ahí tienes la Ley Sinde. Y espera a que modifiquen la LPI un día de estos y verás lo que es bueno.

Canon AEDE

Plataformas, gurús, todos gritamos contra el canon AEDE que nos van a clavar irremediablemente en próximas fechas. Las redes también bajan, torrenciales, llenas de protestas. «¡Arde Twitter!» como les gusta decir a los gilipollas del papel. Pues Twitter arderá, pero a las sedes de los partidos pesebreros no llega ni el olor a humo. Y si llega, ya les echa ambientador -que es de lo que se trata- la prensa asimismo del pesebre.

Pero cada día se venden periódicos. Cada vez menos, dicen, pero se venden. Miles de bares temen perder su clientela si cancelan sus suscripciones. Muchos particulares son incapaces de desayunar el bocata de las 10 sin hojear un periódico hecho de árboles muertos, pese a que unos cuantos llevan una tableta en el maletín y el bar en cuestión tiene wifi. Y mucha gente compra el periódico en papel por analfabetismo tecnológico, o porque llevar un periódico bajo el brazo bien visible hace intelectual, o progre, o patriota, según la cabecera.

Si un buen día los kioskeros devolvieran íntegro su paquete de ejemplares a la distribuidora, si se sucedieran de minuto en minuto las llamadas, faxes, cartas y demás cancelando suscripciones, antes de una semana nos habríamos cargado el Canon AEDE

Pero se ve que tampoco puede prescindirse del periódico de papel ni siquiera una semana, pese a que la Red está materialmente abarrotada de prensa digital de todos los colores y calidades. Y gratuita en su mayor parte.

Pues nos vamos a comer el canon AEDE. Y ya está. No le demos más vueltas.

Ley Mordaza

Esa quizá es más complicada de cepillarse mediante un boicot directo, habría que hacerlo de modo indirecto. Habría que buscar un grupo empresarial lo suficientemente potente como para que su presidente, presa del pánico, llamara a Rajoy, le ordenara meterse por el culo la Ley Mordaza y Rajoy procediera a bajarse los pantalones sin rechistar, e ir de frente contra ese grupo empresarial, sin contemplaciones.

Evidentemente, si para la Ley Sinde o para el Canon AEDE, con targets tan evidentes, no hay manera de proceder a un boicot efectivo, imaginarse si primero hay que discutir a quién boicoteamos, aunque tampoco imposible porque, a elegir entre una docenita, da igual una que otra. Sin embargo, sabemos que no va a ser así.

O sea que nos van a enchufar la Ley Mordaza tan fatalmente como nos vamos a comer el Canon AEDE y tan irreversiblemente como nos hemos tragado la Ley Sinde.

Así que menos quejarse y menos ignición en las redes sociales: todo esto nos pasa, simplemente, porque queremos.

14 de julio de 2014

¿Y después?

Me llama mucho la atención un artículo de Anna Grau en «Crónica Global», ya en cuyo título se pregunta, muy acertadamente, de qué van a hablar Mas y Rajoy, porque ella, como yo, no ve qué tienen de negociables ambas posturas: Mas quiere (y no le queda más remedio que) negociar una consulta sobre la que Rajoy ni puede ni quiere ni debe negociar. Entonces ¿qué hacemos?

Lo único que se me ocurre en plan práctico -escenificaciones de intolerancias aparte- es que busquen juntos una solución para que Mas pueda retirar su órdago con alguna dignidad, pero si se supone que ello debe comportar la salvación política de Mas, lo veo dificilísimo. A Mas lo veo condenado a muerte [política] desde que esto empezó: emprendió una huida hacia adelante y las huidas hacia adelante siempre acaban en tortazo. Consciente de eso, dudo de que Mas busque retirar nada, puestos a morir... ya se dice que, de perdidos, al río. Rajoy, por su parte, no puede moverse ni un milímetro de su postura de no tolerar la consulta, referéndum o Pepito, llámalo como quieras. No puede porque se lo impide la Constitución, se lo impide el partido y se lo impiden los cada vez más escasos votos que aún aspire a conservar: si da pie a la menor grieta en Cataluña, también estará muerto políticamente y él sí que puede aspirar aún a una cierta supervivencia. Por tanto, los dos vienen con posiciones previas e inmutables: ¿de qué pueden entonces hablar? Lo que va a ocurrir, pues, está cantado: se va a escenifiar un fracaso, con ambas partes atribuyendo la culpa a la intransigencia de su contraparte; «yo he venido a negociar -dirán los dos en su única coincidencia- y he cumplido. Es el otro el que se encastilla en sus posiciones de forma radical e intransigente».

Por tanto, parece claro lo que va a suceder hasta el 9 de noviembre: tira y afloja diversos de cara a la galería hasta la prohibición final -ejecutiva o judicial por vía del Constitucional- de la consulta, acontecimiento que los separatistas tienen descontado ya y quizá provisionado en su contabilidad política. Lo que pasará después sólo lo saben ellos (supongo: se habla de planes B como de culos, todos parecen tener uno, pero nadie suelta prenda sobre su contenido, más allá de las famosas elecciones plebiscitarias) pero es de prever que la tensión se mantenga o se incremente. A ver por dónde salen porque tengo para mí que muy amplios sectores de CiU no están por la labor de semejantes elecciones y, en el mientras tanto, Mas podría intentar llevar la legislatura hasta su final, cosa que sólo podrá hacer con permiso de ERC. Un lío para tirarse de los pelos, porque se supone que ERC estaría por elecciones anticipadas y plebiscitarias (vive su momento más dulce, en cuanto a pronósticos electorales; tanto que esperar su incremento futuro es una apuesta de riesgo si, como parecería, ha podido alcanzar ya su techo).

Y a medio y largo plazo, nadie sabe cómo evolucionará esto. Muchos piensan -yo también- que si realmente se va remontando la crisis y ese remonte se percibe en la calle, el sector iracundo del separatismo (el independentismo sobrevenido por ira hacia el Estado, no por convencimiento intrínseco) irá enfriándose, tanto más en cuanto que dicho sector carece de fondo para sostener la reivindicación muy allá en el tiempo (ocasionalmente, da la impresión de que el soufflé va bajando). Por más que la ANC intente mantener la tensión con movidas diversas, ese sector sobrevenido lo que quiere son resultados en su situación económica, personal y familiar; si no vienen o se obtienen por otro lado, abandonarán la causa. Ya decía Horacio aquello de ira furor brevis est.

Pero si las aguas llegan a volver a su cauce -cosa que está por ver, pero supongámoslo como hipótesis de trabajo- este órdago, este desafío, se habrá producido de todas maneras, habrá sido un hecho, El Gobierno de Cataluña y su Parlamento habrán estado al borde de la sedición (partiendo de la base actual de que se quede al borde). Y eso nos debe llevar a algunas reflexiones:

1. Siempre he propugnado la generosidad en la victoria, como norma vital general (aunque, en el caso que nos ocupa, difícilmente podrá hablarse de victoria). Siempre he dicho que Cataluña debe ser tratada, en su incardinación en España, de un modo especial (que no sea así es una de las explicaciones de que hayan pasado cosas como las que han pasado... y pendientes aún de las que están por pasar). Y lo sigo propugnando y diciendo. Pero también es verdad que una extorsión como la que se ha intentado no puede resultar premiada ni siquiera en mera y simple apariencia. Es una mosca difícil de atar por el rabo, pero la veo así: por un lado, hay que mejorar la situación de Cataluña en el contexto español; por otro lado, no puede permitirse que lo que ha pasado reporte beneficios a sus autores y partidarios.

2. Hemos constatado que el nacionalismo es insaciable. Nunca tiene bastante y cuanto más se le da más quiere. Pareció que con Jordi Pujol se hizo un pacto de alcance, a base de librarlo a él de su implicación en el caso Banca Catalana (vaya, implicación no: él era el caso Banca Catalana) con la condición de que mantuviera al nacionalismo dentro de límites aceptables y en el ámbito constitucional. Pero ha bastado que desaparezca Pujol del poder político (que no del social y económico) para que el pacto se rompa (había que ser iluso para pensar otra cosa) aprovechando la desesperación (y la desesperanza) que ha traído la crisis para amplias capas de la población catalana.

3. Los hispanistas nos hemos dejado colar goles importantísimos, nos hemos dejado arrollar estúpidamente por la Brunete mediática del nacionalismo, pero no ahora, sino desde hace más de treinta años. Que siendo el castellano el idioma mayoritario en Cataluña haya desaparecido de las escuelas más allá de constituir una asignatura de idiomas como pueden serlo el inglés, el francés o el alemán, es algo muy indicativo de lo que ha pasado y de lo que está pasando aquí. No pretendo que se invierta la inmersión lingüística y se cambie por la del castellano, en absoluto, ni pretendo dos circuitos diferenciados idiomáticamente en la educación, ni pretendo que se deje de otorgar una especial protección al catalán (toda vez que, siendo una lengua minoritaria frente a los grandes idiomas de comunicación, corre un riesgo cierto), pero está claro que el catalán y el castellano deben tener igual presencia en la cotidianidad educativa (que, es, por cierto, lo que se hace en todos los países bi o plurilingües). Por hablar sólo de ese ámbito en el que, por cierto, no se otorgó a nadie dret a decidir, ni consultas ni nada. La falsificación histórica flagrante -de la que en el contexto del prusés se ha llegado a extremos de delirio-, la pretensión de que España es un mero artificio político sin valor nacional, el expolio fiscal al que presuntamente se nos somete, son falsificaciones ante las que hemos claudicado cobarde y gratuitamente. Todos tenemos nuestra parte de culpa y si no la asumimos y no rectificamos, lo que ha sucedido en estos dos años -más lo que pueda suceder hasta que esta situación se reconduzca, si se reconduce- se repetirá fatalmente más temprano que tarde.

Por tanto, cuando haya pasado -esperemos que pase- esta ola, nada de volver a casa aliviados. Debemos ser conscientes de que, si salimos de esta, la próxima será peor. Y así sucesivamente hasta que acontezca lo irremediable, lo irreversible. Por tanto, debemos mantener tensa y activa la actitud crítica; las diversas plataformas que han nacido en defensa de una Cataluña hispana no deben deshacerse sino, muy al contrario, deben potenciarse y deben mantener altos niveles de actividad con la ayuda de todos y siguiendo sus tónicas actuales: fuerte argumentario cultural, reivindicación hispana incesante, ambilingüismo, respuesta intelectual a toda agresión independentista y mantenerse siempre dentro no sólo de la legalidad sino de un entorno de análisis y de estudio, dentro del activismo puramente mediático utilizando la calle como espacio reivindicativo en tono festivo. Dando ejemplo siempre de civilidad y de civismo, desdeñando el insulto, la sobaquina y la testosterona.

Argumentando. Es el arma más potente.

1 de julio de 2014

El discreto encanto del simpatizante

Ayer -y, en parte, también hoy- hubo bollo en Twitter. Vaya, al menos en mi TL, no sé en el de otros. Había circulado prolijamente la grabación de las hazañas de los retrasados mentales esos (de esos que van de nazis y que si los pilla Hitler acaban en Dachau a la primera) que le atizaron a un chino que resultó ser mongol, sin más motivo aparente que el de no gustarles la nariz -o vete a saber qué- del chaval asiático.

Bueno, pues por alguna parte de su feisbuc o su loquesea los gilipollas esos se habían manifestado simpatizantes de Ciutadans. Esto fue motivo para que el sector más cutre y salchichero del separatismo echara al vuelo las campanas de la demagogia de baratillo, como si C's tuviera culpa alguna de lo que hacen sus acólitos -y no digamos quienes ni siquiera lo son- fuera de horas de servicio, dado que C's no es ni la Legión ni la Orden Benedictina.

Bueno, tontos del culo los hay por todas partes. Como algún día pillaran a un atracador o a un pederasta al que ocuparan símbolos de ERC, no faltarían mentecatos que pretenderían insinuar que ERC es un partido pederasta o atracador (en el sentido delictivo, no político -que ahí igual sí- de la palabra). Precisamente ayer se lió una cierta escandalera a cuenta de una estúpida circular de la Generalitat en la que se insta a utilizar exclusivamente el catalán en las comunicaciones internas de los agentes del sistema sanitario: pues rápidamente salieron no sé cuántos -entre otros, vaya por Dios, Hermann Tertsch, o como coño se escriba- a decir que para que te asistieran sanitariamente en Cataluña habías de pedirlo en catalán.

Pero hoy viene Ciutadans y lo acaba de bordar: que esos gamberros no son simpatizantes del partido.

¿Mande?

¿Y Ciutadans qué sabe? ¿Cómo puede negarse que esos merluzos son simpatizantes si ellos mismos -mas o menos coherentemente, más o menos gilipollescamente- se han manifestado así? Y de tal modo lo tuiteo. Respuesta de Ciutadans: es que no estaban registrados como simpatizantes. Bueno, duplico, tampoco lo estoy yo y ciertamente lo soy (al menos, hoy por hoy; mañana, ya veremos). Y me responden con el enlace a la página web del registro.

Yo tengo que ir un día de estos al psiquiatra, porque me pasa como en el chiste cuya alusión encabeza este blog: no es racional, intelectual ni estadísticamente posible que yo sea el único cuerdo colocado en medio de un mundo de orates; por lo tanto, el orate tengo que serlo yo, necesariamente. A ver si me cura, me da una pastilla o algo y consigue convertirme en un perfecto imbécil, que debe ser la única manera de entender a muchísima gente.

Pero vamos a ver: ¿quién se cree que es nadie para arrogarse el poder -absolutamente ficticio, por demás- de decidir sobre la validez y/o la realidad de los sentimientos de un tercero? Lo de hacer un registro de simpatizantes puede ser útil -y aún así tengo mis dudas- para esta moda de las primarias en las que resulta que no solamente los militantes pueden votar, sino todo aquel que se apunte, así por las buenas (yo, si fuera militante, me enfadaría muchísimo: o sea, tanto dar el callo para, al final, tener los mismos derechos electorales dentro del partido que el primero que llega de la calle... En fin, si les gusta que sea así, sarna con gusto no pica). Pero de esto a entender que el registro es lo único que confiere la cualidad de simpatizante -es decir, de la expresión de un sentimiento de afinidad- media un disparate del tamaño de una hormigonera.

Ciutadans, lo que puede y debe decir es que estos gilipollas pueden tener todas las simpatías que quieran pero que lo que sí no tienen es vínculo alguno -más allá de esa presunta simpatía- con el partido y, por tanto, el partido se fuma un puro y caiga sobre esos botarates todo el peso de la ley (que no va a ser mucho porque son menores, según parece). A lo sumo, pueden avisar a los demás partidos de que nunca se puede decir «de esta agua no beberé» o «no puede existir un cura pederasta que tenga un poster mío en su habitación».

Y los atontados de la red, que enseguida empiezan a redoblar los tambores sin que venga a cuento, pues nada, que sigan tocando el tambor, como don Nicanor, y que ya les irá de vuelta tarde o temprano, porque arrieritos somos...

En cuanto a C's, si quiere seguir manteniendo su importante número de simpatizantes -registrados o no- más vale que keep calm y no vaya por ahí diciendo tonterías porque eso es malo para la credibilidad, tan etérea, tan tenue...

A buen... pocas.