25 de abril de 2014

El cronómetro burlón

Lo que pasa en este país con la puntualidad es de verdadero asombro y no me extraña que a los extranjeros les dé un patatús. La alegría con la que cualquier hijo de puta llega a una cita con un retraso de quince o veinte minutos y saluda como si tal cosa al que le está esperando (y que acumula, al retraso del otro, los minutos de antelación que se tomó para no ser un cabrón precisamente como el otro), es un auténtico insulto; o, aún peor, que dé una excusa estúpida como «Perdona, chico, pero es que he tenido muchísimo trabajo», como si los demás estuviésemos de vacaciones.

Es una guerra que llevo combatiendo en todos mis ámbitos personales y que sólo gano cuando soy yo el que tiene la sartén por el mango: desde que hace diez años decidí ser definitivamente intransigente y fundamentalista con este tema, a cualquiera que quede conmigo le conviene saber que si llega cinco minutos y un segundo después de la hora acordada, ya no me encontrará. Los cinco minutos de cortesía, son cinco, no seis. En estos diez años sólo he sido paciente con quienes me han demostrado una larga trayectoria de puntualidad extrema y castrense, o sea, con apenas dos personas. Lo curioso son los rebotes que pilla el plantado quejándose de que no has tenido siquiera diez minutos de paciencia (frecuentemente, además, es mentira: esos diez minutos han sido, en la estricta realidad, quince o veinte, pero yo ya no me he quedado para averiguarlo).

No hace mucho, con ocasión de dar una charla que me pidieron, había poca gente en el auditorio, así que, llegada la hora de inicio anunciada, el organizador me pidió que esperáramos diez minutos más. Me negué: ni yo tenía por qué perder diez minutos de mi tiempo, ni tenía por qué ser un grosero con los que premiaban por adelantado mi esfuerzo con su interés y con su rigor horario, de modo que empecé y los que llegaron después se jodieron (si es que ése fue el caso). Por la misma razón, últimamente, cuando la mía es la última intervención de una serie de ellas, pido al moderador que sea muy estricto con los tiempos porque si el mío se merma en más de un 15% me negaré a intervenir: todos los que habéis preparado charlas con tiempos muy ajustados sabéis el esfuerzo que cuesta prepararlas para que luego te lo machaquen los que no han sido tan cuidadosos en esa preparación y que han intervenido antes que tú. Después de haberte vuelto loco para estructurar en una charla de veinte minutos lo que necesitarías dos horas para explicar, que te digan que el tiempo se nos ha echado encima y que sólo tienes diez minutos porque el restaurante está reservado para las dos en punto y ya son menos cuarto, es una cabronada como un piano (me ha ocurrido exactamente tal como lo cuento, solamente que recuerde ahora, tres veces; pueden haber sido más).

Me viene toda esa iracundia cuando leo una convocatoria para un desplazamiento colectivo en el que participaré mañana que dice literalmente esto: «El autocar a ... saldrá de ..., a las 7:45h. y no esperará más allá de las 8:00h». La negrita es de la propia convocatoria, no mía. Para empezar, lo preciso de la redacción: el autocar saldrá a tal hora... y no esperará más allá de un cuarto de hora después. Átame esta mosca por el rabo: o sale o espera, pero parece que sale dos veces, la que sale propiamente dicha y la que no espera. Pero nunca entenderé esto de concertar un encuentro a una hora para ejecutar la cita un cuarto de hora después. La entidad juvenil a la que pertenecen mis hijas convoca con cuarenta minutos de antelación, cosa que me parece -y nunca se lo he dejado de comunicar a los responsables- un auténtico y demencial despropósito.

Extranjeros y marcianos -a quienes, no sin razón, presumimos muchísimo más racionales que nosotros- se pasmarían hasta la fibrilación cardíaca si supieran que varias leyes (la de asociaciones o la de propiedad horizontal, entre otras varias) exigen doble convocatoria para las reuniones, prescribiendo, además, un mínimo de media hora entre ambas. En primera convocatoria con tal quorum, en segunda -media hora, una hora después- con quien haya. Excuso decir que no hay ni una sola de estas reuniones que se inicie en primera convocatoria y no es infrecuente que más de la mitad de los que finalmente asisten llegue tarde incluso a la segunda.

Curiosamente -esto lo veo varias veces al día en mi trabajo- el sector social o profesional puntual por excelencia -aparte del militar y del taurino, que ya son proverbiales- es el empresariado: no sé si por aquello de que time is gold o porque cultivan mucho -les conviene- la seriedad de su imagen, los empresarios son cronométricos en sus citas. Y cuanto más importantes, más puntuales. E igual con la duración de esas citas: si se establece que una reunión ha de durar, como máximo, una hora, tranquilos que no durará sesenta y cinco minutos y fácilmente acabará con anticipación al tiempo previsto. De donde llego a la conclusión de que el impuntual no es un tipo que gestiona mal su tiempo sino que, sencillamente, lo tiene en exceso (con lo que se cae su habitual excusa de que ha tenido mucho trabajo) y no necesita ajustarlo. Los demás, que revienten.

Esto de la impuntualidad sistemática -y, además, exagerada- es uno de los defectos hispánicos que peor sufro: me parece insultante y despreciativo hacia su víctima -el que ha llegado puntual... o menos impuntual-, me parece la causa madre de muchísimas ineficiencias y me parece indicio de que los pocos modales que siempre hemos tenido los españoles van disminuyendo a pasos agigantados.

¿Mi personaje de ficción favorito? Por supuesto: Phileas Fogg. ;-)

Imagen: Huhu Uet en Wikimedia Commons
Licencia: GFDL

24 de abril de 2014

Trastazos y cifras

Desde hace años, muchos ciudadanos tenemos la sospecha de que las cifras de accidentalidad y mortalidad en materia de tráfico están falsificadas. Bien porque se manipulan las estadísticas (acortando el plazo en que la defunción de un herido pasa a computarse como muerte en accidente de tráfico, si lo que interesa es recortar las cifras), bien porque nos dan la estadística sesgada (sobre todo cuando conviene cargar las tintas sobre la accidentalidad) ocultando las cifras relativas.

Esta Semana Santa ha habido rasgamiento de vestiduras porque ha aumentado la mortalidad en carretera. ¿Ha aumentado realmente? En números absolutos sí; es de suponer que no llevarán la trampa a mentir directamente. Lo que dudo es que haya habido ese incremento en cifras relativas, es decir, la cantidad de kilómetros de desplazamiento necesarios por cada fallecimiento, toda vez que la cantidad de kilómetros recorridos en total es muy superior a la de los últimos años. Esas cifras relativas no las dan jamás. Para obtenerlas, hay que ir a las estadísticas de movilidad y ponerlas en relación con la mortalidad, pero nunca son tan detalladas -o cuesta muchísimo llegar al detalle- como para establecer esa relación para un período muy concreto y corto, como un determinado fin de semana o puente o un período vacacional corto como, precisamente, la Semana Santa. Lo que es seguro es que obtener esas más que interesantes cifras relativas conlleva un trabajo cierto y que nunca las ofrecen en los medios de comunicación.

¿Por qué ese gato por liebre? No lo sé de bien cierto, pero en este tipo de cosas, funciona a todo humo el piensa mal y acertarás, lo que nos puede llevar, especulativamente, sí, pero quizá no descabelladamente, a un pretexto para una mayor represión administrativa (ergo recaudación por multas) o a la presión del lobby asegurador para aumentar las primas. Precisamente en este artículo de S. McCoy en «El Confidencial» tenemos elementos para sospechar de todo esto: por un lado el incremento notable de los desplazamientos en automóvil (que quizá desmientan el incremento de la mortalidad si se plantea en términos relativos) y, por otro, el ya insostenible descenso de las primas de los seguros automóvilísticos que conlleva la fortísima competencia en el sector (y eso que aún les oigo quejarse, hace unos años, de que los seguros de automóvil no eran rentables para las compañías, los muy falsarios).

Por otro lado, las cifras absolutas pueden ser engañosas debido, además, a otras varias casuísticas: no pueden valorarse de igual forma (para el cómputo de riesgos futuros) cuatro muertos en un sólo accidente que cuatro muertos en dos, tres o cuatro accidentes distintos. No es lo mismo, y creo que se comprende fácilmente, que un fin de semana haya ocho muertos en tres accidentes y en otro fin de semana el número de muertos sea el mismo pero en cinco, seis o siete accidentes.

No pretendo con todo esto relativizar la problemática de la accidentalidad en carretera ni minimizar el peligro, cierto, del tráfico rodado, en absoluto. Cuando mi hijas cogen el coche o van en el coche de otros (sobre todo si son jovencitos como ellas) paso el canguelo que pasa cualquier padre: todos sabemos el peligro adicional que supone el plus de inconsciencia a que lleva la audacia juvenil. Por un simple ejemplo. También podría ser -y muchas veces así es- que la audacia juvenil se vea constreñida por la prudencia del muchacho (los hay, y no pocos, afortunadamente, que son muy responsables) y la catástrofe sobrevenga por un tercero, joven o no, que anda haciendo el burro. Casuísticas las hay a mares: después de todo, la gente que muere en carretera una semana tras otra no palma precisamente de un infarto (al menos como causa mediata). Y yo mismo, cuando tengo un viaje largo por delante, me acuesto la noche anterior no diré que con nervios (llevo cuarenta años de volante) pero sí con una pequeña, cierta y molesta inquietud causada por saber que voy a tener en mis manos durante muchas horas, muchos kilómetros, la vida de mi familia y la mía propia tripulando un artefacto intrínsecamente peligroso, más el peligro añadido de los demás, que no es manco.

No se trata de relativizar nada, pero tampoco de tragar con trampas que responden a intereses que no tienen nada que ver con el interés general y que llevan a medidas restrictivas que hacen los viajes inacabables o que llevan a distracciones causadas, no tanto por los móviles o por el manejo de los tomtones, como por el control de la instrumentación del vehículo cuando la velocidad está en unos límites absurdamente bajos para el tipo de la vía y del vehículo que se conduce. Circular a 100 km/h en estupendos y seguros tramos de autopista y de autovía que hacen injustificada esta frecuente limitación, exige un plus de atención, no a la conducción sino al velocímetro, que no es nada bueno para la seguridad. Y lo mismo cabe decir de la frecuentísima limitación a 80 km/h (que, encima, aún quieren bajar) en carreteras rectas y anchas. De hecho, los accidentes causados por distracciones están aumentando espectacularmente, y no tengo yo claro que sean con tanta frecuencia como se dice debidos al manejo del móvil o del GPS. Los propios límites de velocidad -sobre todo en autovía y autopista- deberían ser revisados al alza porque no tienen justificación; se suele oponer a ello que son unos límites muy parecidos a los de otros países, pero casi nunca se hace mención de que esos otros países tienen una climatología mucho peor que la nuestra. Las autopistas y autovías españolas pueden perfectamente soportar sin desastres adicionales -al menos,por causa de la velocidad- un límite general de 140 km/h y todo lo que se ha conseguido, tras una pertinaz campaña, es el posible incremento a 130 km/h (el límite general en Francia, sin ir más lejos) pero sólo en determinados tramos y en condiciones meteorológicas óptimas. Y nunca dejaré de recordar que la limitación a 120 km/h irrumpió en 1976 en nuestras autopistas como consecuencia no de la accidentalidad sino del aumento de los precios del petróleo: hasta entonces, la velocidad autorizada para turismos no tenía limitación alguna en autopista.

Nos toman mucho el pelo con las cifras. Josu Mezo, en su estupenda página Malaprensa nos lo recuerda cada día. Aquí tenéis una selección especialmente referida al tráfico y la accidentalidad. Mirad las fechas de los posts y os daréis cuenta de que nada de lo que estoy diciendo es, en absoluto, nuevo.

Esto es lo que hay.

Imagen: Thue en Wikimedia Commons
Licencia: Dominio público

20 de abril de 2014

Somatemps

El próximo sábado 26 se presenta en Poblet una nueva plataforma de defensa de la Cataluña española. Tiene el sugestivo y reminiscente nombre de Somatemps y, al igual que la plataforma -hermana, espero- Societat Civil Catalana, que se presentará este mismo miércoles, diada de Sant Jordi, en Barcelona, emite un mensaje plenamente positivo, un mensaje de esperanza, de hermandad, de esfuerzo común, de ilusión colectiva. Y de España como una historia y un proyecto propios, con una ligazón larga en el tiempo y con fuertes vínculos también afectivos, no como una simple, cochambrosa y efímera basura constitucional. Afortunadamente, España es muchísimo más -y muchísimo más interesante- que aquel chafarriñón que nos endiñaron a la trágala -o esto o el diluvio- en 1978. Ya lo cambiaremos, pero hemos de cambiarlo todos y para todos. En castellano, en catalán, en euskera, en gallego... en español, en definitiva.


Nos vemos el próximo miércoles en Barcelona y el sábado que viene en Poblet

9 de abril de 2014

En La 2 de RTVE

Aquí tenéis mi intervención de ayer en La 2 representando a la Asociación de Internautas y hablando de privacidad en la Red.


7 de abril de 2014

Societat civil catalana

Por fin.

Por fin.

Por fin, por fin, por fin, por fin.

Por fin la reivindicación de una Cataluña hispánica en positivo, un rearme moral, un argumentario que tal puede llamarse. Un banderín de enganche hacia la ilusión, hacia un anhelo colectivo, constructivo. Nada de mierdas de Constitución, sino muchísimo más allá.

Me dicen que esto lo han hecho los del PPSOE, C's, VOX y etcétera, como poniéndome en el brete de una inconsecuencia a mí, que tantas veces he manifestado mi entusiasmo (y cuando ha habido razón para ello, mis reservas) con los movimientos indignados. Y, vaya, hombre, ahora me inclino por un invento fabricado -me dicen y está por ver- desde muchos de los partidos a los que el 15-M ha combatido. Igual es verdad, fíjate, y yo con estos pelos. Se me ha olvidado que, a lo mejor, se pretende que los 15-M de raza estarán en la ANC, movimiento maravillosa y prístinamente independiente en el que no pintan nada CiU, ERC o IC-EV (si es que éstos últimos pintan algo en alguna parte). ¡¡Anda ya!!

Pues a la mierda. No me importa quién lo haya hecho. Me importa lo importante -perdonad redundancia y perogrullo- me importa lo que dice ahí, lo que dice este manifiesto que ya hace horas que he suscrito y que no me canso de leer.

Y que me cuesta acabar porque, oye, no sé qué se me pone en la garganta que...

Bueno, lo enlazo: aquí, en catalán; y aquí, en castellano.

Y, qué demonios, también lo reproduzco:




MANIFIESTO
POR LA CATALUÑA DE TODOS



A todos los catalanes y catalanas

El éxito o el fracaso de una sociedad depende, en última instancia, de su gente. El liderazgo de Cataluña en España, así como nuestra idiosincrasia, responden a una realidad social e histórica incuestionable; una historia que nos ha traído a cotas de prosperidad y libertad impensables. Los catalanes hemos progresado junto al resto de españoles en un proyecto europeo marcado por la unión de esfuerzos, el diálogo, la democracia y el respecto a la pluralidad.

Por eso no podemos ni queremos quedarnos callados –¡ni que nos callen!- ante la pretensión secesionista de desarraigarnos del resto de España rompiendo los vínculos profundísimos que nos unen; o que nos echen de este proyecto ilusionante que es Europa. Esta pretensión no sólo implicaría enormes costes económicos que irían contra el bienestar de todos los catalanes sino, también, emocionales y afectivos, produciendo una fractura en la sociedad catalana cuya esencia es y ha sido siempre integradora.

Presente y futuro de Cataluña

Reivindicamos una Cataluña democrática, basada en el respeto al Estado de derecho, que ama la libertad individual y la convivencia en la diversidad; una Cataluña abierta, capaz de competir ante los retos de un mundo global; una Cataluña que reconozca su propia realidad cultural; una Cataluña próspera, defensora y amante de la concordia, que huya de confrontaciones internas y externas, injustificadas y no justificables.

Queremos una Cataluña donde sus lenguas sean una realidad inalienable. Nuestra tierra tiene que permanecer bastión de la creatividad y de la riqueza cultural que ha contribuido al enriquecimiento de la cultura española. Aspiramos a que el pueblo catalán vuelva a ser un punto de atracción económica e intelectual, un hogar en la cual se respire una atmósfera dinámica, emprendedora y cosmopolita, de acuerdo con nuestras raíces.

Por una Cataluña próspera, abierta y tolerante

El separatismo, con «rauxa», se ha alimentado de la creación artificial de enemigos, de las homogeneizaciones forzadas, de la restricción de las libertades individuales y del fomento de la intolerancia. Nada de esto se corresponde con nuestra identidad y con el «seny» catalán. Denunciamos, por lo tanto, el adoctrinamiento practicado desde las instituciones autonómicas, especialmente a través de las escuelas y de los medios de comunicación. La imposición de un pensamiento único es un síntoma inequívoco de manipulación política y de corrupción democrática, el preludio del totalitarismo.

Los catalanes que nos sentimos libres de espíritu proclamamos que Cataluña no está oprimida «desde fuera», como algunos pretenden. No existe ningún argumento, político, económico o afectivo que justifique los enormes costes, económicos y humanos, de la deriva secesionista. Peor aún, nos preocupa profundamente la pretensión separadora que traería una artificial imposición identitaria y a la frustración perpetua contra supuestos enemigos interiores y exteriores. Conocedores de la historia, sabemos que el populismo ha escrito las páginas más oscuras de la humanidad. Nada nos alejaría más de nuestra Cataluña «rica y llena».

Es la hora de la sociedad civil catalana

Ante el fracaso de la clase política y gobernante para resolver los asuntos del bien común de Cataluña y del resto de España, la sociedad civil catalana tiene que despertar y tiene que hacerse oir. En una sociedad moderna y civilizada como la nuestra, tenemos que ser capaces de resolver los conflictos mediante el diálogo, sumando en lugar de restar, empleando nuestro talento y nuestro talante. La sociedad civil catalana demostrará al resto de España que somos respetuosos con la ley, dialogantes, solidarios y comprensivos, en correspondencia con la idiosincrasia de los catalanes.

Por eso, es fundamental que la sociedad civil catalana, hasta ahora silenciada, se haga visible y exija a sus gobernantes y a los partidos políticos con representación parlamentaria que cumplan con su obligación de buscar el bien común y de evitar enfrentamientos sociales, así como de rechazar las pretensiones y prácticas excluyentes de los independentistas. ¡Los catalanes no queremos sentirnos extranjeros en nuestra casa!

Una adhesión en la Cataluña de todos

Los abajo firmantes, catalanas y catalanes de orígenes personales y profesionales muy diversos, de variadas ideologías o simplemente apolíticos, con sentimientos identitarios plurales y no excluyentes, nos comprometemos a trabajar por una Cataluña que vuelva a liderar una España moderna y europea, una Cataluña cuidadosa de su historia y de sus tradiciones, de su riqueza cultural y lingüística, modelo de convivencia.

Llamamos a los catalanes de toda condición a sumarse a este proyecto de recuperar la vitalidad de la sociedad civil catalana.

En Barcelona, el 23 de abril del 2014

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5 de abril de 2014

Eso sí que no

Al final se lo cargaron.

Tras un aluvión de críticas, protestas y dimisiones -asimismo de protesta- dentro de la Fundación Mozilla, Brendan Eich ha dimitido como CEO de la cosa. La razón: ser contrario al matrimonio homosexual y haber apoyado campañas contra la legalización del mismo. No consta que apaleara homosexuales, no consta que de cualquier modo los discriminara laboral o profesionalmente (al contrario, parece que tenía una buena relación, cuando menos profesional, con unos cuantos de ellos), no consta comportamiento asocial alguno hacia ellos. Simplemente es un señor que tiene una opinión -que, en atemorizado silencio, comparten millones de personas- y que ha usado sus muy legales y civiles derechos ciudadanos para que prevaleciera sobre la contraria. No lo logró -como debe ser, según pensamos muchos otros- y aquí paz y después gloria. Pero no, parece que hay quienes, pese a haber culminado sus objetivos, no sienten satisfacción sino destruyendo, exterminando, a todos aquellos que en un momento determinado se opusieron a ellos.

Esta es una de las lacras -si no la principal- de esta forma actual de entender la democracia: se establece como axiomático y evangélico un determinado concepto, que pasa a formar parte de lo políticamente correcto y sobre quien osa discrepar cae el sambenito, el oprobio, el anatema. La homosexualidad y la condición femenina eran aspectos de nuestra historia y de nuestra sociedad que precisaban, efectivamente, de reivindicación y de lucha por la igualdad, pero se han pasado tanto de rosca, igual que el anti-racismo, por otro ejemplo, que están logrando constituirse en una suerte de Inquisición profundamente antipática al pretender convertir sus exigencias y postulados (muchas veces incluso sus ridiculeces) en leyes indiscutibles. Indiscutibles hasta la ruina misma del que se atreva a oponerse o, simplemente, a matizar. Y veremos con el tiempo hasta dónde llega lo de la ruina.

Brendan Eich no era un mindundi sino un profesional brillante, un ingeniero con un sólido prestigio y una gran reputación, alguien que ha aportado muchísimo al mundo de Internet. Aquí os dejo la glosa y opinión de Daniel Rodríguez Herrera, con la que voy coincidiendo cada vez menos excepcionalmente. Si ni siquiera una persona de estas prendas está libre de caer en el precipicio de lo políticamente correcto, aquí no se salva nadie y constatamos que vamos camino de un régimen de terror ideológico donde el problema, según parece, no son las actitudes antidemocráticas sino a quién se le aplican: si es a unos, son buenas, si es a otros son pérfidas.

Si se lleva lo políticamente correcto a la pura y dura ley del embudo -y es lo que está sucediendo- la democracia se va al carajo. Y, francamente, si la democracia ha de ser esto, yo tampoco la quiero. Así de claro lo digo.

En cuando a la Fundación Mozilla... Bueno, en lo que a mí respecta me ha bajado muchísimos -pero que muchísimos- puntos en el altísimo concepto que la tenía. Por supuesto que su producto sigue siendo excelente y muy necesario; por supuesto que ha hecho muchísimo por el software libre y que cabe esperar que aún lo haga. Sólo espero que su fin último, más allá de lograr la preponderancia del software libre en todos los ámbitos -sobre todo en los públicos- no sea el de ahorcar a todos los ingenieros de Micro$oft.

Es un decir -espero- pero creo que se entiende perfectamente.

Imagen: Fotografía oficial de la Fundación Mozilla en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

2 de abril de 2014

¡Toma Alimentaria!

Bueno, pues voy y pillo una entradita en el blog de Juan Revenga de la que se deriva el conocimiento de que los huevos, tan denostados, tan colesterólicos y tan mortíferos, resulta ahora que nada, que son fuente de toda clase de placeres y bienes. Y es que las ciencias adelantan que es una barbaridad... pero nunca antes de pasarse veinte, treinta o cuarenta años amargándonos la vida con macanas admonitorias diversas sobre lo perjudicial que es todo para, al final, resultar que donde dije digo digo Diego.

Yo recuerdo cuando hace cuarenta años o por ahí (ya lo dice el post de Revenga y lo apoyo yo en un comentario, a ver si adivinas cuál) nos tenían amargados con lo que comíamos los españoles. Estas legumbres, qué horror, qué espanto, cómo puede comerse esa guarrada (recuérdese lo de culo garbancero), esa espantosa grasa hemotóxica, veneno puro, que esos marranos hispánicos le echan a todo a calderaos... ¿cómo lo llaman?... ah, sí, aceite de oliva. Ese pescado barato y cutre, sardinas, anchoas y demás, todo él pura grasuza (¿es que no sabe esa gente comer nada limpio, los muy gorrinos?). Y, oh, cielos... ¡alcohol! Esos seres inmundos beben vino en cantidades aún superiores al propio aceite (ojo, que entonces aún no se había inventado el Don Simón, aunque el Seita y El Baturrico déjalos correr: en la mili nos ponían uno embotellado en Mogente -ahora Moixent- a medio camino entre Valencia y Alicante, que se llamaba El Arrollador y os juro que su nombre lo dice todo con suma veracidad). Bueno, pues a todo eso ahora lo llaman dieta mediterránea, constituye el summum del comer pijo y si no sigues rigurosamente esa dieta se ve que te mueres joven, envuelto en mierda y presa de tremendos estertores agónicos.

Había héroes en la defensa de nuestro [guarro] comer: a benefactores de la Humanidad como Francisco Grande Covián, santo varón nunca suficientemente llorado, y a José María Busca Isusi al que la injusticia wikipédica ha ignorado en despropósito que clama al cielo, les picaron las pulgas de la pelliza de Viriato y defendieron contra viento y marea lancet-naturista nuestra dieta y nuestra gastronomía frente a tanto pijo y tanto comemierda de hamburguesería que nos ponía como chupa de dómine a base de estudios sesudísimos hoy desbancados por otros estudios sesudísimos que seguramente serán desbancados dentro de treinta o cuarenta años por otros estudios no menos sesudísimos, faltaría más.

Yo, que este año cumplo quince sin encender un maldito pitillo, que tanto mono he pasado cada vez que delante mío alguien encendía un [buen] puro, todavía guardo la esperanza de poder oir, antes de morirme, que todos estos neumólogos de pacotilla la han cagado, que el tabaco es un auténtico bálsamo para la salud y que nada como un ducados para favorecer la circulación de las endolinfas cojoneras, pongamos por caso. Ese día, hasta rezaré parafraseando al personaje de Rafael García Serrano (el padre del bárbaro que está en la mente de todos): «Gracias, Dios mío, porque, aunque el Parkinson ya no me deje encender un cigarrillo sin pegarle fuego a la cortina del salón, me has permitido, al menos, vivir para ver el triunfo de la justicia fumígena».

¿Sabéis lo que os digo? Lo mismo que en el comentario al post que da lugar a este: ha llegado un momento en que yo no me creo ya nada de nada, lo diga quien lo diga y por mejor maquetada que esté la revista que lo lleve. Por tanto, haré lo que me dé la gana -dentro de una racionalidad y una cosa, claro, no voy a hacer como aquel imbécil que cascó después de ganar un concurso comiéndose no sé si cuarenta o cincuenta o no sé cuántos perritos calientes en una hora- pero dándole rienda suelta a la alegría de vivir y de comer cosas ricas y a la bromatología, a la dietética y a la endocrinología que las den por el mismísimo tras.

Porque los colores de la vida también están en una sopera así de grande llena de pote asturiano.