27 de marzo de 2014

Grays

De una página que no conocía hasta hace muy pocos días, el Proyecto Goliath, me he bajado la Guía jurídica para defenderse de la impunidad policial, un manual en 9 capítulos que rezuma no sólo saber jurídico sino una amplia experiencia y conocimiento sobre la manera de actuar de nuestras tristes fuerzas del orden. Lo he impreso en PDF a beneficio de mis hijas, con la intención de que se lo aprendan de memoria, y, muy especialmente, a fin de que sigan rigurosísimamente el sapientísimo consejo de no decir ni pío ni en la calle ni en comisaría hasta estar frente al juez. Consejo que yo he tenido siempre presente, pero cuyo interés en él se me ha incrementado hasta el infinito cuando he leído por ahí lo mucho que cabrea a los policías esta recomendación automática y permanente de todos los abogados a sus clientes y a quienes puedan llegar a serlo algún día. Recomendación que les he dado desde siempre y para cualquier circunstancia a mis propias hijas, acompañando la de que sean psicológicamente fuertes y no se dejen embaucar jamás por amenazas («si no declaras va a ser peor» «si no hablas es que tienes algo que ocultar» «si quieres un abogado es porque algo habrás hecho») ni por batallitas de poli bueno, poli malo («créeme, te hablo como lo haría tu padre si estuviera aquí: lo mejor para tí es que firmes esto; lo firmas y te irás a casa inmediatamente»). Pase lo que pase, digan lo que digan cuantos lo digan y en el tono en que lo digan, silencio absoluto -pero lo que se dice absoluto- hasta llegar al juez y con el abogado al lado.

Y estaba en estas, pasando a un sólo documento PDF los nueve capítulos del Proyecto Goliath y releyendo en algún caso sus consejos, cuando me he puesto a pensar que... madre mía... es un auténtico manual para defenderse de una policía como la franquista. En cuarenta años no hemos avanzado nada; toda la legislación garantista -que es mucha y muy buena, las cosas como son- termina a las puertas de la comisaría o a los pies de la carga de los antidisturbios, en una impunidad sistemática amparada por fiscales y por indultos sistemátcos cuando los fiscales se estrellan contra la roca firme de un juez íntegro (que también, el de los jueces íntegros, va siendo un bien escaso). Por no hablar, claro, de políticos brutales y corruptos, pero éstos están ahí porque los ciudadanos nos volvemos imbéciles ante una urna y así nos luce el pelo.

Lo que está pasando con la policía es de escándalo, y me sorprende -sorpresa que conduce inmediatamente a la más honda desconfianza- que organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch no hayan entrado a fondo en el asunto más allá de acusaciones y quejas de poco calado y con la boca pequeña. En el último año hemos visto cómo agentes de la policía autonómica catalana condenados mediante sentencia firme y ejecutoria, han sido indultados -en algún caso, incluso, reiteradamente, cuando un primer indulto ha resultado insuficiente- pesando sobre ellos delitos como torturas, malos tratos, coacciones, abuso de autoridad y un lamentable y largo etcétera...

Hemos visto cómo con los proyectiles de goma se ha causado lesiones gravísimas a ciudadanos y hemos visto cómo se ha intentado, de forma reiterada, premeditada y alevosa, burlar las órdenes judiciales de identificación de los agentes implicados. Hemos visto -muchísimas imágenes lo prueban- cómo agentes infiltrados de paisano entre grupos de manifestantes, actuaban como provocadores para promover disturbios y sabotear la manifestación.

Con ocasión de este 22-M hemos visto ya barbaridades que ni siquiera me atrevo a decir que sean el colmo, porque en este tipo de cosas parece que nunca se ha acabado de ver todo. Hemos visto cómo los antidisturbios cargaban sin ningún motivo, sin ninguna razón contra una manifestación legal y pacífica únicamente a beneficio de que los telediarios de los medios afines al partido hegemónico (o sea, la mayoría) exhibieran prolijamente imágenes de violencia. Hemos visto en Youtube cómo los organizadores de la manifestacion, estándose desarrollando ésta de forma pacífica y cívica, conminan a la policía a que se retire, a que no ataque a los manifestantes, a que no provoque (el empleo del verbo provocar es mío -y perfectamente idóneo- no de los organizadores de la manifestación en los momentos a que me refiero).

Hemos visto cómo las cadenas de televisión, en mofa, befa y rechifla de la realidad, reflejaron unos pocos y breves incidentes -aunque de cierta y grave intensidad alguno de ellos, eso sí- y obviaron absolutamente una manifestación de centenares de miles de ciudadanos (cifras aparte, parece ser una de las más grandes manifestaciones que se recuerdan en Madrid, si no la que más). Hemos visto cómo los sindicatos policiales han utilizado estos incidentes absolutamente aislados poniéndolos como poco menos que una guerra civil, manipulando incluso las pruebas materiales (han sido pillados in fraganti utilizando imágenes de otros acontecimientos, como la tan famosa ya del espadín en la muleta).

Hace muy pocos días, debatiendo esta cuestión en Twitter con otros amigos y un sindicato policial, el usuario del sindicato protestaba diciendo «¡No somos grises!». ¿Que no? Salvo en el uniforme, en todo, queridos. Recuerdo haber leído en una novela -me parece que era de Forsyth, no lo rcuerdo bien-, un personaje que es secuestrado por unos matones que lo torturan brutalmente, no recuerdo por qué, y a los que increpa diciéndoles que ya conoce el paño, que son iguales que los matones de las SS o del KGB. Y les espetaba algo así como: «Los regímenes cambian, pero los tipos como vosotros son siempre los mismos». Frase importante, aunque venga de una novela, completamente cierta y perfectamente aplicable al caso. El régimen cambió, sí, pero los grises sólo han cambiado el uniforme y la generación de sus miembros. Nada más.

Para más información, los foros de policías. Verás qué risa.

Imagen: Montgomery en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

24 de marzo de 2014

Hacia una victoria pírrica

La lectura de este artículo de Joaquim Coll en «El País» me lleva a unas cuantas reflexiones sobre lo que estamos viviendo en Cataluña, pero ya pensando en el después, en el day after. Que es lo que verdaderamente me preocupa y mucho.

Todos sabemos que no va a haber referéndum, que no va a haber declaración unilateral de independencia (no, al menos desde el Palau de la Generalitat) y que unas elecciones plebiscitarias serían muy traumáticas pero tampoco llevarían a ese resultado.

Pero me inquieta la actitud del resto de España en dos niveles: el gubernamental y el cívico.

El gubernamental es gravísimo. Ya tengo dicho en otros artículos que no basta vencer: hay que convencer. La victoria material, lo que digo en el párrafo anterior, está asegurada por vía legal, pero el problema está en parapetarse tras la vía legal: ese es el arma definitiva, dirimente, y eso también lo sabemos todos en ambos bandos (ojo, que ya estamos hablando de bandos y no impropiamente), y, por lo tanto no hace falta esgrimirla constantemente. Esa es la postura del bravucón, del fanfarrón patético.

Sí, porque cuando la razón no parece tener más base que la fuerza bruta -aunque sea la fuerza bruta legal- queda vacía de contenido y, por tanto, puede a su vez ser fácilmente vencida por la demagogia.

El argumentario independentista no puede ser más falso, más manipulador y más demagógico. Se inventan un «derecho a votar» taumatúrgico, caído del cielo, se instituye una especie de moralidad democrática fabricada a medida. Porque la respuesta es sencilla: si hay que votar, votemos, pero a la cola. ¿Por qué no votamos, primero (por obvia cronología del problema), cosas como todo el sistema de normalización lingüística, empezando por la inmersión lingüística escolar? ¿Admitiría el independentismo -incluso el nacionalismo no radicalmente independentista- ese derecho al voto que nunca ha practicado? No, no lo admitiría jamás. Y posiblemente opondría argumentos legales: la normalización y la inmersión lingüística están contenidos en sucesivos estatuts que, en su momento, ya fueron votados. Es decir, también utilizarían la legislación como barrera para el derecho al voto. No tendrían otro argumento. Por tanto, habría que insistir tozudamente sobre ese aspecto del derecho a voto que ellos no han admitdo nunca, que constituye una verdadera puesta en evidencia y que es un claro talón de aquiles del nacionalismo y del independentismo.

Sin embargo, desde el Gobierno no se les replica (y cuando se hace, lo hace estúpidamente Margallo soltando burradas cósmicas), no se les argumenta. Una cosa es que Rajoy no dé respuesta oficial a Mas; en este caso y por una vez, estoy de acuerdo con su dontancredismo: cuando se plantea un desafío ilegal (sobre todo en algo tan trascendental), la respuesta de un presidente del Gobierno debe ser el silencio, máxime cuando el diálogo viene viciado en origen por una condición previa irrenunciable (cuando sería precisamente sobre lo que habría que negociar). Pero una cosa es que el presidente se niegue a bajar a un ruedo al que no debe bajar y en el que, además, impera la ley del otro sin que pueda él aportar la suya, y otra es que desde las instancias gubernamentales se matenga idéntico silencio, cuando hay organismos oficiales teóricamente capacitadísimos para encabezar y mantener esa respuesta argumental (la que he propuesto ahora y muchas otras posibles, porque hay que combatir, asimismo, los tebeos históricos que se están escribiendo aquí -que se han escrito desde siempre- y tantas otras barbaridades de todo orden, como la financiación de todo el proyecto soberanista desde los presupuestos publicos... procedentes en buena parte del Fondo de Liquidez Autonómico sin que exista un control cierto ni restrictivo sobre esos fondos que se está comiendo Cataluña en su mayor parte; es decir, que el resto de España, además de puta, paga la cama).

En el resto de España, la reacción es visceral y brutal (lo que, por cierto, vuelve locos de alegría a los independentistas). Ayer, en el campo del Real Madrid se oían cánticos de puta Cataluña. Se dirá que se trataba de los habituales fanáticos calzoncilleros descerebrados, pero yo estoy en el íntimo convencimiento de que ese grito contaba con la aquiescencia de amplios sectores de la población española; y también estoy convencido de que la mayor parte de los que lo desaprobaron, desaprobaron las formas, no el fondo. No se grita contra el nacionalismo o contra el indpendentismo, no se grita puta ANC o puta ERC o puta CiU, se grita puta Cataluña. Nada podría satisfacer más a la ANC, a ERC o a CiU; nada podría entristecer ni desorientar más a los muchísimos catalanes que defendemos nuestra pertenencia a España y que la defendemos, además, no como una cuestión de conveniencia sino como una cuestión de pura y simple naturaleza, de evolución histórica opuesta a la involución que nos plantea el independentismo.

Ambas actitudes, combinadas, conducen al suicidio nacional, y eso lo sabe el independentismo, conocedor de que no va a ganar esta guerra pero, que según se está desarrollando, tampoco va a salir de ella derrotado: al contrario. Esta intentona pasará y pasará sin lograr sus objetivos primarios, pero... ¿y sus objetivos secundarios? La ANC está llevando a cabo una labor de penetración sociológica (por presión, pero efectiva) importantísima; ERC saldrá muy reforzada políticamente, aun cuando sus réditos electorales pudieran no ser proporcionales a esa posición política (y hablo en potencial: está por ver que esos réditos electorales sean tan pequeños) y a CiU la sostendrá -aunque sea en mínimos- su potente suelo burgués (a menos que éste entre en pánico ante la imagen de una independencia que sabe catastrófica, pánico que algunos creen inminente). En el bando opuesto, un Partido Popular en el que nadie confía -viendo cómo se lo está montando en el Gobierno español-, un Ciutadans voluntarioso y en crecimiento exponencial pero que, a mi modo de ver, carece de solidez de fondo, no lo veo como partido importante consolidado en tanto que tal, aunque coyunturalmente pueda llegar a serlo (y ojalá me equivoque en ese diagóstico de la carencia de fondo) y un PSC corroído por su división -que era de cajón en cuanto se tocase, como se ha tocado, su fibra divisible, el Sant Gervasi/Baix Llobregat, precariamente atada durante años- y por su maricomplejines, común a toda la izquierda, ante el concepto de España.

Así las cosas, pasada esta primera contienda, con la victoria pírrica del hispanismo y la derrota dulce del independentismo, el rearme hacia la segunda guerra está cantado y su resultado sería, desde la perspectiva actual, mucho más incierto. Desde la perspectiva de su momento, quizá la certeza sería mucho mayor y mucho más desagradable.

Y los que, como yo, defendemos esa Hispanidad históricamente natural y progresista, estamos luchando ya por nuestra propia supervivencia: en una Cataluña independiente, seríamos unos botiflers reducidos -y eso en el mejor de los casos- a pura escoria social; y si, temerosos de ello, nos exiliáramos a Ex-paña, allí seríamos unos catalanes de mierda causantes de la ruina nacional. Y sic stantibus rebus aguantando una presión social que no por una procedencia minoritaria es menos sentida.

Así estamos: ¿se comprende por qué la mayoría calla -y callará- venga lo que venga?

Imagen: «Uniforme de gala dels Voluntaris Catalans» de Georg-hessen en Wikimedia Commons
Licencia: Dominio público

17 de marzo de 2014

La cena torera

No me voy a poner ahora a defender a este sistema de mierda, pero hay que reconocerle que, sea por salvaguardar las apariencias o sea por lo que sea (lo único que no le concedo es la pura y simple buena fe), no se ha portado mal con las familias de Tejero y de Milans del Bosch, cuyos hijos, asimismo militares, han seguido adelante con sus carreras sin, aparentemente, mayores inconvenientes. Incluso el hijo de Blas Piñar (guardando las debidas distancias respecto de que éste jamás vulneró la ley) ha alcanzado el generalato pese a los antecedentes políticos de su padre y pese a que el propio Blas Piñar (hijo) ha tenido momentos díscolos con el mando. En 1983, el capitán Juan Milans del Bosch y Portolés llamó cerdo al Borbón a voz en grito en pleno Club de Campo y se salió, me parece recordar, con un mes de arresto o bien poco más. El hijo de Tejero, Antonio Tejero Díez, es teniente coronel de la Guardia Civil (empleo nada parvo) y, hasta hoy, jefe del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS) número 1 de Madrid, o sea, los antidisturbios, para entendernos. Si el empleo no era manco, el cargo no parece grano de anís.

Pero los hay que se empeñan en el desafío hasta la estupidez misma. Tejero (hijo) tenía que celebrar el aniversario del 23-F con una cena. Ya son ganas, pero bueno, allá cada cual. Así las cosas, lo óptimo hubiera sido celebrarla en casa y, menos óptima pero también apropiadamente, quizá en un restaurante, todos de paisano y sin gritos de ritual. En tales condiciones, de haber trascendido, quizá hubieran tenido algo que decir algunos grupúsculos de extrema izquierda o, incluso, si el viento viniera a favor, hasta los de la izquierdita de la señorita Pepis quizá formularían una pregunta parlamentaria. A lo sumo, y muy probablemente, ni eso. Pero no habría nada más. Pero no: el teniente coronel Tejero versión 2.0 tuvo que hacer su numerito chulesco y montar la cenita en el cuartel de Valdemoro, invitando, además a todos los amigotes, incluyendo a un señor, el entonces capitán de la Guardia Civil Jesús Muñecas Aguilar (el cual, por cierto, una vez cumplida su condena prosiguió su carrera militar con bastante éxito profesional), que está hoy en candelero por el asunto de la petición de extradición de la Justicia argentina que pesaba sobre él hasta que la semana pasada el Gobierno se pasó por el arco del triunfo la justicia universal a beneficio de las más de diez mil ejecuciones anuales (mal contadas) del Gobierno chino. Una elemental prudencia y un razonable cociente intelectual aconsejarían no menear demasiado a este señor y mantenerlo guardadito en la nevera por unos cuantos meses más. Pero no: el Tcol Tejero 2.0 tenía que demostrar que él tiene los cojones bien gordos (y el cerebro anoréxico, según todas las apariencias) y monta la parranda con toda la pandilla en el cuartel de Valdemoro. Arsa.

Evidentemente, hasta un ministro opuseta, beatorro y chupacirios, como Jorge Fernández Díaz, ha tenido que tomar cartas en el asunto y ha destituido a Tejero 2.0 poniéndolo en disponible forzoso, o como se llame ahora al limbo de estar ahí viéndoselas venir -y cobrando puntualmente la nómina, eso sí- hasta que la superioridad le señale un destino. Y, como en su día el capitán Milans del Bosch, ha salido, a mi modo de ver, bastante bien librado. Haces eso en Francia o en Alemania y te vas a servirle de mono Amedio al otro soplagaitas, a Martínez Inglés.

Lo que más gracia me hace es la salida de pata de banco del otro hijo de Tejero, el curita cañón párroco de Mijas (Málaga) que atribuye la caída en desgracia de su hermano no a su impremeditación, a su chulería y a su estupidez, sino a que el director general de la Guardia Civil y el ministro del Interior son un par de sinvergüenzas. Sin descartar la posibilidad de esa carencia de vergüenza, me inclino a pensar que, en todo caso, ésta vendría dada por otros acontecimientos y no precisamente por este.

Es asombroso que, encima, se quejen...

Imagen: Antonio Tejero Díez (cuando era comandante) en Alerta Digital
Licencia: Copyright

Sábado aeroportuario

El pasado sábado pude dedicar la mañana a espotear un poco en el aeropuerto. Tras haber fotografiado el primer aterrizaje barcelonés del Airbus A380 de Emirates en vuelo regular, me quedaron ganas de repetir con un día razonablemente soleado, ya que el día inaugural estaba muy tapado. Este sábado lo ha sido, no había nubes y hacía buen sol, aunque deslucido por un aire muy turbio con mucha calina y me figuro que también algo de mierdambiente. Yo casi prefiero fotografiar en nublado y con el aire limpio que con sol y aire turbio: con el ambiente espeso las limitaciones de los telezoom se acentúan casi exponencialmente.

Pero, bueno, aunque no se han podido lograr esos cielos de azul postal, los resultados han sido asaz decentes, como puede verse en las siguientes fotografías:


El colosal aspecto del A380 aproximando a la pista 25R del Prat (BCN-LEBL)


Casi sobre la pista. Al fondo, tejados del Prat de Llobregat


Una Cessna Citation que transporta, probablemente, a algún titiritero de protección oficial

La plataforma de spotters estaba abarrotadita, como viene sucediendo los fines de semana (por lo menos, los fines de semana) desde que nos visita diariamente el coloso de Emirates. Y no sólo la plataforma: desde hace más de un mes, los sábados y domingos todo el sector próximo a la cabecera de la 25R se llena de gente. Hasta estas fechas, el día que más lleno había visto el aparcamiento de la zona recreativa, podía calcularse la ocupación en un 50 por 100; la proporción habitual solía ser, incluso en fines de semana, inferior. Pues desde hace cuatro o cinco fines de semana, a eso de las 11 de la mañana la ocupación puede calificarse de total. Suerte que yo llego muchísimo antes. Realmente, vivíamos más tranquilos cuando no venía ese enorme aparato; cabe confiar, no obstante en que, andando el tiempo, la novedad ya no lo sea tanto y la curiosidad vaya bajando de nivel.

Se comentaba por la plataforma que la compañía rusa Transaero no operará con A380 hasta el próximo año. Habían anunciado que lo harían a partir de este mismo verano de 2014 si Airbus les entregaba el aparato con tiempo suficiente, pero parece que no va a ser así, así que seguiremos viendo los Boeing 747-400, ahora sólo en sábados y domingos (entre semana, operan con un Tupolev Tu-214) y diariamente en temporada turística, a partir de dentro de un mes y medio, más o menos. También Emirates había anunciado un segundo A380 si sus expectativas en cuanto a volumen de pasaje para Barcelona se cumplían. No sabemos nada del asunto; sí sabemos que los A380 que vienen ahora a diario a Barcelona, vuelan razonablemente llenos, con pocas plazas libres, en general (cabe recordar que Emirates ya tiene un segundo vuelo regular operando en Barcelona con un Boeing 777, que es el que, imagino, sería substituido por el segundo A380).

De momento, eso sí, El Prat tiene el privilegio de ser el único aeropuerto español que recibe al avión de pasajeros más grande del mundo en línea regular y diaria. Supongo que Barajas no tardará mucho en seguirnos: tiene muchísimo tráfico intercontinental y no puede tardar mucho la llegada de un A380 regular, aunque parece que las cifras turísticas de Madrid, en estos últimos tiempos, no favorecen mucho la llegada de aviones de estas características. De todos modos, Barajas es siempre Barajas y se hace difícil pensar que nuestros amigos spotters madrileños vayan a tardar mucho más de algunos meses en echarse el coloso de Airbus a sus objetivos.

Gozamos también este sábado de la compañía de cuatro simpáticos compañeros italianos, tres romanos y un boloñés que vinieron a BCN con el específico fin de espotear en nuestro aeropuerto. Fueron ellos los que nos trajeron -sin culpa alguna, claro, más bien víctimas- el detalle desagradable del día: uno de ellos había sido timado por un taxista que le cobró una cantidad abusiva por el desplazamiento al aeropuerto. Cuando me entero de estas cosas con los afectados delante me entra una vergüenza tremenda como barcelonés y me acometen deseos de que ese gremio sea tratado a latigazos. Ya sé que son excepciones pero, demonios, ya es... ejem... mala suerte que las excepciones, además de ser tantas, vayan a caerles encima precisamente a los guiris. ¿Qué hace falta para que la Autoritat Metropolitana le meta mano a este asunto en serio y sin miedo a las iras gremiales? ¿Que salgamos en todas las guías turísticas como la ciudad del mundo con más taxistas chorizos por metro cuadrado? Y eso que, ante nuestra evidente vergüenza, los chicos tuvieron el elegante detalle de mencionar que esto pasa en muchos sitios, incluso en la propia Italia. Muchas gracias por vuestra comprensión, amigos, pero el mal sigue ahí, cierto y endémico...

Y una nota final: esta semana se celebra, creo, la Semana del Cine de Barcelona. Es un acontecimiento de segunda, tercera o cuarta categoría, no lo sé bien porque el cine y su mundillo sólo me causan molestias y procuro alejarlos de mi entorno todo lo posible, pero algo habrá que agradecerles: la cantidad de jets privados que han podido verse este fin de semana aterrizando aquí. No muchos menos, por cierto, que los que vinieron para el Mobile World Congress. Claro que, la industria cinematográfica está fuertemente subvencionada y la de la telefonía móvil no, o no tanto. Es más, en algunos sitios se pretende que sea la industria tecnológica la que le pague gusto y ganas a la cinematográfica. En Cataluña, sin ir más lejos... Así, yo también vuelo en jet privado.

Que os gusten las fotos.

Imágenes del autor. Misma licencia que la que protege el blog

14 de marzo de 2014

Una alegría municipal

No es frecuente, no, pero por fin el ínclito Ayuntamiento barcelonés nos da una alegría, y de las buenas: ha blindado casi cuatrocientos establecimientos considerados emblemáticos para que no puedan ser modificados físicamente ni dedicados a otra actividad. La medida es provisional, sólo durante un año, en tanto la corporación municipal establece un régimen de protección definitivo.


No quiero ocultar mi entusiasmo, estoy muy contento, mucho. En los últimos tiempos me había llevado grandes berrinches a causa de establecimientos que se iban yendo al agua víctimas de los precios de los arrendamientos urbanos, ya liberados en los barrios antiguos y zonas clásicas (y, en algunos no pocos casos, por la pura y simple especulación), configurando una epidemia que amenazaba con borrar todo vestigio de memoria visual urbana. He visto morir establecimientos que vio mi padre antes que yo y mi abuelo antes que mi padre; incluso mis bisabuelos, en algún caso.

Cantaba Raimon aquello de que qui perd els origens perd identitat (no creo que haga falta traducirlo) y esto es también aplicable a los colectivos y a las ciudades, entre otros no pocos ámbitos. Barcelona estaba retrocediendo muchísimo, y a rapidísimos pasos de gigante, en aquellas imágenes emblemáticas de su memoria colectiva, en establecimientos que forman parte de la historia misma de la ciudad. Había que ponerle coto a esa masacre identitaria y se ha hecho. Ojalá se hubiera hecho antes, porque ha habido ya pérdidas irreparables, pero lo que ya ha muerto no tiene remedio y lo positivo es alegrarse por lo muchísimo que quedaba por salvar y que, si se hace bien, se salvará.

Sí, porque esto -lo reconoce el propio Ayuntamiento- es un parche de emergencia. Ahora hay todo un año por delante para preparar la normativa definitiva que preserve esa importante memoria histórica de la ciudadanía barcelonesa, preservando al mismo tiempo los derechos legítimos de todas las partes (inquilinos, propietarios) o compensando adecuadamente toda merma en los mismos que venga justificada por el superior interés general de la ciudadanía barcelonesa.

A ver si acaba bien lo que bien ha empezado.

Aquí la lista y ubicación de los establecimientos protegidos (PDF)

Imagen: Vídeo «Els establiments emblematics es preservaran» (CAT) Autor: Ajuntament de Barcelona
Licencia: CC-by-nc-nd

11 de marzo de 2014

¿Quiere que compre su periódico?

Temporibus illis, yo había sido lector y comprador de periódicos. Mi placer de los domingos (y de muchas mañanas de vacaciones) era desayunar leyendo el periódico; o más de uno. Hablo, claro está, de hace muchíiiiiiiiisimo tiempo. Ni siquiera Internet, al menos en los primeros tiempos, rompió esa fidelidad. Pero ahora, y desde hace ya años, no compro prensa de papel y apenas leo sus contenidos en red. Y lo propio cabe decir de no poca prensa original de la red y exclusiva de ésta.

Leo que, efectivamente, las ventas de prensa se derrumban y que los medios en red que funcionan bajo suscripción, funcionan muy a trancas y barrancas, que en el mejor de los casos cubren gastos y poco más. Y, claro, surge la cantinela recurrente: que si la piratería, que si el todo gratis no puede ser, y que si mil mandangas más.

Sin embargo, yo compro contenidos con alguna frecuencia: cuando se me da lo que quiero, en la forma que quiero y a un precio conveniente. Compro, por ejemplo, mucha música en Deustche Grammophon: me ofrece archivos de gran calidad sonora (una compresión razonablemente baja), la música que me gusta, interpretada y ejecutada por quien me gusta, y descargada en el acto en mi disco duro, y que puedo copiar a un CD o DVD en el acto y sin mierdas de DRM, tanto para su resguardo como para pasarla, a su vez, a otros soportes o para ofrecer una copia a mis hijas. Sí, podría descargarme todo eso gratuitamente desde una red P2P, pero ¿para qué? La descarga P2P no me ofrece, generalmente, esa calidad, no tengo opción a tanta variedad de intérpretes para una sola pieza, no tengo tiempo ni paciencia para realizar las búsquedas adecuadas y, francamente, la DG me da una cantidad realmente importante de música por 10 o 20 euros, música que me bajo en segundos, mucho más rápido que desde cualquier mula o torrent. En similares condiciones (que, lo siento, no se dan) compraría también libros y algo -muy poco- de cine (pero es que el cine no me lo bajo ni gratis)

¿Compraría nuevamente prensa -en papel o, mucho más probablemente, en red- en parecidas circunstancias? Indudablemente, sí. ¿En cuáles?

Pues anote el editor lo que le exijo si quiere mi dinero:

1. Olvídese de eso que llaman línea editorial. Si su medio puede ser identificado o definido como progresista o conservador, y no digamos otros epítetos mucho más concretos, no cuente conmigo. Tenga un libro de estilo -eso siempre es bueno- pero no un catecismo ideológico. Deje a sus periodistas a su aire con sus ideas: independencia no quiere decir asepsia total. Siga leyendo y verá a qué me refiero. Pero, como cliente, no le concedo al editor otro derecho que el de ganar dinero con su medio... si es que puede.

2. No me mienta. Y, sobre todo, no haga lo que más odio y lo que más desprecio en un medio de comunicación y es, precisamente, en lo que incurren todos como un solo hombre: no me oculte información, ni acontecimientos, ni realidades. Gracias a Internet, acabaré conociéndolos más pronto que tarde, eso me cabreará mucho y cerrará mi bolsillo a su negocio. Aquella vieja idea de los medios de que aquello de lo que no se habla, no existe, se acabó. Y vaya con mucho ojo, que la credibilidad es como un espejo: si se rompe, quizá -sólo quizá- pueda repararse, pero la marca, la grieta de la rotura, permanecerá ahí indeleble y se notará clamorosamente cada vez que uno se mire en él.

3. Argumente, no me dé mítines. No me importa que un periodista, sobre todo si es de opinión, tenga su propia ideología y trabaje en consecuencia, con dos condiciones: la primera, la honradez intelectual, que no intente ocultarme esa inclinación ideológica y pasar por neutral o independiente; la segunda, que no trate de afiliarme, captarme o llevarme a parte alguna, sino, simplemente, que me explique sus razones ante tal hecho, tal fenómeno o tal acontecimiento.

4. Deje que los periodistas de ideas distintas debatan. Nada hay más refrescante que el contraste de ideas y opiniones. Y, para el lector, nada hay más creativo ni satisfactorio. Deje que dos -o más- profesionales traten desde puntos de vista distintos -y, en su caso, enfrentados- un mismo tema.

5. Cuide el lenguaje. El mal castellano -o catalán, o euskera, en cada caso- constituyen un desprecio enorme hacia el lector; y una falta de respeto, obviamente. No deje que el corrector de guor sustituya al corrector de estilo. Exija a sus profesionales unos razonables recursos lexicográficos, una sintaxis correcta y una ortografía impecable. Y, por lo que más quiera, olvídese de ese estúpido lenguaje presuntamente no sexista y recuerde que el lenguaje tiene género, no sexo.

6. Si quiere que respete su publicación, empiece por respetarla usted mismo. Belén Esteban, por ejemplo, sólo es noticia si da un golpe de estado. Si no, no. En lo formal, sea osado (ir un pelín más allá, siempre se valora) pero sin llegar a la impertinencia ni al populismo. No oculte acontecimientos (recuerde el punto 2) pero tenga una línea clara sobre lo que es noticia y lo que no. Aunque pueda no estar completamente de acuerdo con él, el lector siempre valorará positivamente un criterio firme al respecto, sobre todo si este criterio es público y transparente.

7. Proscriba lo políticamente correcto. No convierta una causa, una idea o un sentimiento en una caricatura de sí mismo, como, por ejemplo, se ha hecho este fin de semana con el Día de la Mujer, suficientemente atorrante como para convertir en misógino al más feminista. Busque siempre la esencia de las cosas, el cómo, el por qué, y no haga sonar a rebato todo el campanario sólo porque hoy toca. Y si hay que darle un palo a todo o a parte de lo que hoy toca, no vacile.

8. Documente bien el conocimiento que divulgue. Si usted considera que una información es intrascendente para la magnificencia de su catedral mediática, no la publique; pero si lo hace a pesar de todo, trátela como si fuera lo más importante del mundo y no permita que aparezca garrapateada en quince o veinte líneas llenas de estupideces, como tantas veces vemos, sobre todo en materia técnica o científica. Las universidades y los centros de investigación científica están llenos de gente que limpiará de chorradas sus noticias.

9. Utilice siempre contenidos propios. No deje que su medio sea la copia maquetada de las noticias de agencia. Para eso ya tenemos las noticias de agencia. No compraré su medio para leer lo mismo que puedo leer yéndome a la web de la agencia EFE o de Europa Press. Existen unos señores y señoras llamados reporteros que suelen ofrecer una visión propia -y profesional, casi huelga decir- de la noticia. La crónica de ese reportero va a ser lo que va a distinguir su medio y sus noticias del medio y de las noticias de la competencia. Y no olvide a los corresponsales allá donde realmente sea interesante tenerlos.

10. Gaste. Si hacer un medio con estas prendas fuera barato, lo haría yo. Pero pretender ingresar dinero a chorro inviertiendo cuatro duros es pura cultura del pelotazo y miren a dónde les ha llevado. Recupere el concepto clásico de «redacción» y llénelo con lo mejor de la profesión. Dará futuro a su negocio con la fidelidad de sus lectores.

Estos diez mandamientos se reducen, en definitiva, a dos: no sea usted imbécil y no me tome a mí por idiota.

No es fácil, pero puede hacerse.

Imagen: Maor X en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

10 de marzo de 2014

Horarios y horarios (de nuevo)

Al final parece que no van a tocar el tema horario y que dentro de tres semanas se pasará, como desde hace ya muchas décadas, del horario CET (UTC+1) al horario CEST (UTC+2), es decir, del horario centroeuropeo de invierno al horario centroeuropeo de verano, que durará prácticamente siete meses (hasta el último domingo de octubre).

Se les había pasado por la cabeza, parece ser (y aquí lo hemos comentado un par de veces) mantener ahora el horario CET, pero convertido en WEST, es decir, horario de verano de Europa occidental y después, en octubre, pasarlo al WET (UTC+0), el horario de invierno de Europa occidental. Que sí, que en puridad es el nuestro, al coincidir con el horario de Greenvich (GMT) y teniendo en cuenta que el meridiano en cuestión pasa por la península, pero que sería de todo menos práctico. Pero si en CEST (nuestro horario de la mayor parte del año) comemos al mediodía solar y nos acostamos sobre las diez de la noche, siempre en términos solares, lo cual es un horario perfectamente coherente y racional, si pasamos al WET-WEST nos metemos -entonces sí, de verdad- en el tan tenido como cutre horario español, siempre pensando en equivalencia solar. Y además, nos desmarcamos del horario de la práctica totalidad de la Zona Euro (y de casi toda la UE) para alinearlo solamente con Gran Bretaña y Portugal. Oh, y con Marruecos.

Si lo que quieren es racionalizar nuestro horario (que no veo en qué no es racional), lo que tienen que hacer es modificar el horario cotidiano (el horario, no el huso horario de referencia) y, sobre todo, impulsar lo más difícil: un cambio de costumbres que nos lleve a desayunar sólida y tranquilamente, a almorzar un breve tentempié, a merendar algo y a cenar no un gran banquete, pero sí algo más fuerte de lo que hacemos ahora. Y si lo que se pretende es la conciliación familiar...

Mirad: si lo que se pretende es que todos hagamos más horas de vida familiar, no basta con modificar horarios y costumbres: lo que hay que hacer en este caso es recortar (y no en pequeña medida) las horas de trabajo. Porque en un país en el que las familias no se ven y en el que hay un paro que supera el 26%, que los que hacemos las teóricamente normales entre 37,5 y 40 horas semanales seamos poco menos que unos privilegiados, rodeados de jornadas de nueve y diez horas diarias (con una minoritaria pero importante proporción de gente que hace aún más), es, sencillamente, demencial.

Y si vienen los bandidos de las organizaciones empresariales a decir que, en ese caso, los salarios habrían de bajar significativamente, más les vale que piensen en exportar toda su producción, porque el mercado interior va a quedar reducido al consumo de lechugas... y sólo en domingo.

Como siempre me planteo antes este tipo de cosas, no me cabe duda de que el futuro, más o menos lejano, tenderá claramente hacia donde yo estoy diciendo pero a saber cuánta gente caerá masacrada por la brutal explotación de un empresariado cutre y salchichero como el nuestro, antes de que se dé cuenta de lo que hay.

Imagen: Pruxo en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

2 de marzo de 2014

Puig Antich

Como sabe o debería saber todo el mundo, sobre todo los que estamos en edad de recordarlo, hoy hace cuarenta años que se ejecutó a Salvador Puig Antich. Sí, y también al paria aquel que pasaron por polaco pero que era alemán, pero ese, pobre, no tuvo ninguna trascendencia política, y sólo fue, ni más ni menos, lo que Els Joglars definieron tan acertadamente: la torna.

He leído por ahí que fueron las últimas ejecuciones del régimen franquista: no es cierto. En septiembre de 1975, ya con Franco listo para descabello, el régimen todavía se cargó a cinco más, tres militantes del FRAP y dos de ETA, en estos casos por fusilamiento.

A Puig Antich le rompieron el cuello en el garrote, lo cual constituyó la última putada que le hicieron al chico (y lo de «putada» lo digo emplando la palabra que, según las crónicas, el mismo Puig Antich pronunció cuando se percató de cómo lo iban a matar; al parecer, él estaba convencido de que lo iban a fusilar y, de hecho, yo tampoco entiendo cómo no fue así, toda vez que fue condenado por un consejo de guerra). Pero ya es sabido -lo documentan muchos autores- que Franco, a la hora de firmar sentencias de muerte, en algunas, por el especial horror del crimen cometido o por la tirria que le tenía el dictador a la víctima, anotaba al margen una gracia retrechera: «garrote y prensa»; eso significaba que la víctima no iba a ser fusilada y esa ejecución publicada en dos o tres escuetas líneas, sino que iba a pasar por esa máquina tremebunda (generalmente manejada, además, por unos hijos de puta absolutamente incompetentes para ello y, de hecho, para cualquier otra cosa) y, después, los artículos de prensa se extenderían largamente sobre los detalles de la ejecución.

Puig Antich era un chico joven -demasiado, y seguramente por eso le pasó lo que le pasó- que se integró en un misterioso Movimiento Ibérico de Liberación (MIL). La verdad es que no recuerdo haber oído hablar del MIL en aquellos tiempos -y si lo oí no pudo pasar de una o dos ocasiones no muy notorias- y no volví a oir hablar de él fuera del contexto del propio Puig. Al parecer era una especie de grupúsculo anarquista (o cosa parecida) numéricamente muy reducido que se dedicaba a atracar bancos con el fin de subvenir publicaciones, colaborar en cajas de resistencia y demás necesidades materiales de la lucha obrera. No se lucraban con los botines y no empleaban para sí, según parece, más que lo necesario para llevar una vida de clandestinidad razonablemente modesta. Y no se dedicaron al terrorismo (salvo que se considere tal el atraco a bancos): ni colocaron bombas, ni cometieron atentados personales.

Su captura -la que, en definitiva, le llevaría al garrote- fue accidentada, probablemente debido a un entrenamiento escaso o nulo. A diferencia de los etarras, los del MIL eran proletarios hasta para la lucha armada y no gozaron de las mieles del entrenamiento paramilitar en lejanos desiertos o en cercanos santuarios. Esa falta de entrenamiento le llevó a resistirse estúpidamente a la emboscada que le tendió la policía y en el tiroteo resultó alcanzado, además del propio Puig Antich, uno de los policías, un miembro de la Brigada Político-Social, que resultó muerto. Sobre ese asunto ha habido muchos dimes y diretes... Que si en el consejo de guerra no aparecieron los proyectiles, que si al esbirro del régimen lo mataron -se supone que por error- sus propios compañeros. No lo sé. Me confunde que los testimonios y médicos que ahora dicen Diego donde antes dijeron digo tardaran tantos años en cacarear, muchos, demasiados, una vez pasado el peligro o la inconveniencia de la proximidad del régimen.

Los consejos de guerra, por otra parte, no constituyen el elemento más adecuado para que la verdad resplandezca, toda vez que nunca ha sido -ni es, me temo- su objetivo, sino más bien el de mantener rígidamente en alto el orden y la disciplina; por tanto, dudo que el consejo de guerra tuviera el menor interés en los hechos, más allá de que la detención de un atracador con motivaciones o pretextos políticos había causado, de un modo u otro, la muerte de un policía. Daba igual que ésta hubiera sido accidental o de propósito: aplicaron -mal- el aforismo «el que es causa de la causa es causa del mal causado». Le clavaron la pena de muerte y se quedaron tan anchos. Y no se preocuparon de las pruebas porque, aun cuando se hubiera constatado la accidentalidad del resultado de muerte, hubiera dado igual: un policía (¡el orden!) resultó muerto luchando contra un delincuente (¡el desorden!), y sólo con sangre se podía lavar la ofensa.

En condiciones normales de presión y temperatura hubiera sido más que probablemente indultado. El régimen ya no ejecutaba a nadie por causas políticas o con trasfondo político porque ello le traía más problemas de los que le solucionaba (como pudo experimentar en el numerito del proceso de Burgos, en el tuvo que renunciar a cobrarse el pellejo de asesinos probados) porque no era cuestión de ofrecer una imagen tétrica del país, con la economía y las reservas de divisas dependiendo del turismo.

Pero poco más de dos meses antes había sido asesinado el presidente del Gobierno, almirante Carrero Blanco; a fin de que no cundiera el pánico, hubo la rara inteligencia de no lanzarse a un ejercicio de represión masiva. Pero en algunos estamentos del régimen se clamaba venganza; había que darles carnaza y se les echó a Puig Antich. El otro, el alemán, fue una muestra a beneficio del extranjero proveedor de turistas, de que aquí sólo se ejecutaba a delincuentes comunes y de que la política no tenía nada que ver a la hora de pelar a la gente.

Durante todo el proceso que transcurrió desde su detención hasta su ejecución, Puig Antich no tuvo más apoyos que los del entorno anarquista. La izquierda -el PSUC, para entendernos- no movió un dedo; eso de atracar bancos está feo (no sé por qué) y, además, los eurocomunistas ya empezaban a oler a integración en el sistema, una vez liquidado Carrero y con Franco en últimas (no llegó a aguantar dos años más y aquel mismo verano casi cascó de un trombo en una pata trasera), ya empezaban a mirar corbatas en los escaparates y no era cuestión de verse asociados con anarquistas, pringados de lucha obrera y otras gentes de cutre vivir. A lo sumo, se aprovechó la ejecución para montarle al régimen un poquito de pollo, pero sin que llegara la sangre al río. Puig Antich murió -en términos políticos- absolutamente solo. Curiosamente, aparte de algunos grupos anarquistas -no muchos, tampoco- hasta pareció que se movía mucho más para evitar esa barbaridad -dentro de lo poco que se movió todo el mundo- la mismísima democracia cristiana que la izquierda en su conjunto.

El mismo día de su ejecución, aquel sábado 2 de marzo, por la tarde, la gauche divine, poco dolorida y sin ni siquiera derramar las lágrimas de cocodrilo que anda vertiendo estos días, celebraba rodeado de la beautiful progre de San Gervasio, con cava a todo pasto, la presentación de la revista de humor «Por Favor» (que iba a aparecer en los kioskos aquel mismo lunes 4) y allí tenías, no parece que transidos de dolor, a la crema y la nata de la intelectualidad psuquera: Perich, Vázquez Montalbán y demás hierbas. No me alcanza la memoria para recordar si fue en Bocaccio; aunque algo me suena, no puedo asegurarlo.

Todo eso son cosas que he visto, no me las ha contado nadie.

Otras cosas sucedieron (o, mejor, no sucedieron) que sí me han tenido que contar. Curiosamente, uno de ellos es Federico Jiménez Losantos, en su libro «La ciudad que fue» (interesantísimo y muy descriptivo, según comenté en su día en «El Incordio») uno de cuyos párrafos al efecto reproduzco:

«Recuerdo la tarde del dia de la ejecución, porque llovía como sólo puede llover en Barcelona en enero (?), más grisura que agua. Habíamos quedado con Labordeta en el patio de la Universidad Central, pero una vez estuvimos allí los cuatro gatos que nos atrevimos a ir, el recital se suspendió por iniciativa del propio Labordeta y acabamos, como siempre sucedía con él, a orillas de un café con leche. La verdad es que no estaba el día para cánticos, salvo que fueran excusa para enardecerse y echarse a la calle. Y el Partido (con Labordeta siempre seguimos utilizando terminología fetén) no tenía la menor intención de hacer suya la causa del MIL ni sentir como cosa propia, cercana o siquiera próxima la muete de Puig Antich. Por eso la policía no prohibió el recital de Labordeta, que era una excusa perfecta para organizar una algarada callejera de envergadura: el PCE-PSUC quería mostrar ostensiblemente que no tenía nada que ver con el MIL y que allá los ajustes de cuentas de los «provocadores» de extrema izquierda con la policía, tantas veces infiltrada en ellos».

Esto es lo que hubo.

Y que no me venga ahora la izquierdita de la señorita Pepis clamando por el asesinato de Puig Antich. Porque si fue un asesinato, ellos fueron, cuando menos, sus encubridores.

Así que a callar.

Imagen: Cartel contra la película «Salvador» en la página dedicada a Salvador Puig Antich
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