29 de noviembre de 2013

Ahora, agresión privada

El colmo de todos los colmos nos acaba de llegar con la previsión de que la ley autorice a los seguratas a actuar en plena vía pública («zonas comerciales peatonales»: así lo expresa el proyecto de Ley de Seguridad Privada). Actuar quiere decir, entre otras cosas, identificar y registrar a cualquier persona que consideren sospechosa. Entre otras muchas cosas igualmente luctuosas. Esto quiere decir que, por poner un simple ejemplo, los ciudadanos estaremos en manos de estos tipos con sólo poner pie en el centro de Barcelona. Adiós a pasear por la Portaferrissa, por el Portal de l'Àngel, por las Ramblas (aunque las Ramblas están descartadas desde hace tiempo por otras razones), por la calle Boqueria y la del Call (en resumen: trodo el recorrido entre las Ramblas y la plaza de Sant Jaume). Por poner unos simples y escasísimos ejemplos. O sea, aunque no compres, ni tengas intención de hacerlo, aunque solamente estés paseando, un fulano de estos te puede dar la tarde simplemente porque no le gusta tu barba (los de las rastas ya podéis ir atando los machos, porque no os van a dejar vivir) o no cuadres con el perfil comprador o de personal de ambiente diseñado por la asociación de comerciantes del lugar (que es la que paga, claro).

Lo que son estos tíos lo tenemos clarísimo los que usamos el avión para nuestros desplazamientos con mayor o menor frecuencia. La verdad es que, para mí, el AVE constituyó un verdadero alivio para quitarme de encima en muchas ocasiones del año el doble marrón del aeropuerto -así en general: lejano, de acceso malo y caro, con la exigencia de una presencia anticipada exagerada- y de pasar por el control de seguridad, llevado por esa gente, con la única -y poca- supervisión de un agente de la Guardia Civil ante el cual no sirve para nada recurrir cuando el segurata se pasa de la raya (cosa, por cierto, harto frecuente). Pero, con todo, a la larga o a la corta, hay que acabar yendo a morir (de asco y de ira) a un aeropuerto. No sé si será fácil encontrar a un enamorado de la aeronáutica al que ponga de una enorme mala leche ir a un aeropuerto español, pero si alguien necesita un contacto con estas características, que me llame.

El Partido Popular está alzando un edificio represivo sencillamente brutal apoyándose en una mayoría absoluta que le permite hacer lo que le da la gana. El único consuelo que me queda es pensar en la cantidad de votantes del PP que van a verse a sí mismos o a alguno de sus hijos víctima de los abusos de un pistolero privado o destrozado por un antidisturbios; y que, en ambos casos, salgan impunes de ello (inimputados o indultados, todo es una simple cuestión de tempo para llegar al mismo resultado).

Esto no puede seguir así. Visto que la democracia no funciona, tenemos que tomar medidas de autodefensa basadas en lo jurídico. Hay que constituir organizaciones específicamente creadas y únicamente dedicadas a la persecución sistemática de la brutalidad policial pública o privada, de todas y cada una de las manifestaciones de esa brutalidad o de esa arbitrariedad lacerante de las que se tenga noticia. Hablo de «persecución» llanamente, no hablo de defensa de los perjudicados (eso, organizadamente, ya lo hace cualquier bufete), sino de un complejo cívico que se ocupe de perseguir vía acusación pública y de forma sistemática todo abuso policial, que el segurata o el antidisturbios hayan de funcionar bajo la presión de que la nada inocente dejadez de los fiscales se verá reequilibrada con una sistemática persecución jurídica desde la sociedad civil y esa presión ha de ser todo lo fuerte que los ciudadanos, actuando privadamente -¡qué remedio!- seamos capaces de desplegar.

Los ciudadanos no solamente hemos sido abandonados por los poderes públicos sino que éstos se han instituido en nuestros enemigos. Corremos peligro cierto ante la arbitrariedad y el capricho de gente armada (legalmente con una chapa y, de hecho, con elementos capaces de provocar lesiones graves y fácilmente la muerte) y tenemos muy difícil la vía judicial, al menos la de oficio, porque los fiscales están disciplinariamente sujetos a un órgano superior designado por el Gobierno y, obviamente, a su vez, a las órdenes de éste. Estamos viendo estos días que, incluso, policías que se comportan como auténticos funcionarios -es decir, cumpliendo con su misión, no importa a quien beneficie o perjudique- son apartados más o menos sibilinamente de sus funciones y cargos para ser sustituidos por otros más obedientes y afectos al régimen. Por tanto, insisto, si no nos organizamos, si no estructuramos un sistema de autodefensa social, estamos en una situación de indefensión absoluta en momentos en que se están preparando graves agresiones contra la ciudadanía, en cualquiera de sus manifestaciones cívicas.

Y boicot, por supuesto. Boicot radical a las zonas comerciales que pongan seguratas en la vía pública. Aunque esto ya es más complicado: el número de sobrados, como el de tontos, tiende a infinito... hasta que les toque a ellos apencar con los humores de un tío de estos de la chapa.

El Estado de Derecho está listo para el certifiado de defunción.

Imagen: Viniciusmc en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by

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