30 de septiembre de 2013

La cuna del castellano

Códice emilianense


He pasado este largo fin de semana (el martes 24 fue la festividad de La Mercè, patrona de Barcelona) por tierras de la Rioja, llenándome los ojos de gótico, de renacimiento y de barroco; el paladar, de exquisitos vinos, y el estómago de excelentes platos tradicionales. Con una escapada añadida a Burgos, que incluyó, obviamente su catedral y el Real Monasterio de las Huelgas.

Pero hubo más. El domingo subimos a San Millán de la Cogolla y llenamos, gozosos, nuestro espíritu de la épica castellana. Bien entendido: no me refiero a la épica nobleza castellana que rezaba la letra, ahora obsoleta, del himno que fue primero de la Academia de Infantería y después de la Infantería misma, sino a la épica del idioma, al nacimiento del castellano. Estar en el Monasterio del Yuso frente al facsímil del códice que contiene las Glosas Emilianenses (el original está an Madrid, para variar) y ver anotadadas en su margen las primeras frases de lo que verdaderamente puede llamarse lengua castellana produce una emoción especial, casi eléctrica.

Una emoción especial y una no menos especial sensación de identificación con esa lengua maravillosa, más aún en estos tiempos de tribulación. Una lengua que es un signo de identidad. De mi identidad, juntamente con la catalana y sin que ninguna de las dos prevalezca sobre la otra.

Y por ello, no permitiré que ningún canalla me prive de ninguna de ellas: ni de mis lenguas, ni de lo que significan, que es nada menos que mi propio yo y el de mis hijas.

Imagen: Página 72 del Códice Emilianense de San Millán de la Cogolla (Wikimedia Commons)
Licencia: Dominio público

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ojo con lo que dices. Aquí puedes criticar a quien quieras y a lo que quieras (a mí incluido) pero guardando ciertas formas. El insulto y la falta de respeto, los sueltas en la taberna o en tu propio blog, no vengas a tocar las narices al mío. Lo que quiere decir que si contravienes esta condición, borraré sin más lo que hayas escrito y me da igual que clames por la censura o por la leche frita. Pero no habrá que llegar a eso ¿verdad?